Situar ya desde el título a un filósofo griego, nacido 400 años antes de Cristo en el estadio donde los fines de semana de ahora mismo juega el Liverpool FC gana la atención del curioso tanto como lo desconcierta. Pongamos, pues, un ejemplo, sacado de sus páginas, para ver de qué va este libro. Capítulo 22. Título: «La humildad: Epicteto-Del Bosque». Página y media para explicar la historia de los estoicos: «Esta forma de pensamiento nació allá por el año 300 a. C., cuando Zenón de Zitio, al que se considera su fundador, empezó a enseñar en un pórtico del ágora de Atenas (?). Séneca, Epicteto y Marco Aurelio fueron pensadores de primera categoría y tanto las obras como las actitudes de algunos de ellos contribuyeron a dejar el listón filosófico de la escuela muy alto». Dos páginas más para resumir la filosofía estoica: «Los estoicos concebían el universo como una especie de ser vivo integrado por un principio material y otro de carácter espiritual. (?) La vida buena, es decir, la vida moderada y pertinente para alcanzar la felicidad es incomprensible en el contexto de la filosofía estoica sin el concepto de "autarkeia" (?), el sabio tiene que ser capaz de bastarse a sí mismo y no depender de placeres, honores, reconocimientos, dinero, poder?». Familiarizado, por lo tanto, el lector con lo que son la «ataraxia» y la «apátheia», se pasa al ejemplo cimero de los estoicos: cuatro páginas largas para Epicteto («Nació alrededor del año 55 a. C. (?), siempre evitó todo orgullo y huyó de cualquier tipo de vanidad (?), vivió alejado de todo apego a lo material (?) su vida se basó siempre en la moderación y la mesura», con unas cuantas anécdotas por el medio y otras cuantas citas del Enquiridión. Hasta aquí, como se ve, nada que separe a Platón en Anfield de un tratado escolar de filosofía para bachilleres con metodología clara: de qué y de quién hablamos (los estoicos), qué dijeron (su doctrina). Entonces, ¿dónde entra el Vicente del Bosque que se nos anuncia al comienzo del capítulo? Respuesta: en la parte final. Como el profesor Serafín Sánchez sabe muy bien que a los adolescentes les suele traer muy al fresco si a Epicteto le rompía su dueño una pierna o no, y mucho más igual les da si recomendaba guardar las pasiones bajo llave o sacarlas a pasear, trata de llamar la atención juvenil con algo que una la tarima profesoral y las filas de pupitres: el fútbol, qué mejor que el fútbol. Ergo, Vicente del Bosque es el estoico del balompié; ergo, el seleccionador nacional español no es otra cosa que el estoicismo aplicado a nuestros días: «Para Vicente del Bosque, en el terreno de juego tiene que haber un compromiso con los valores (?). La ética y la estética también van de la mano en el campo. (?) Es un buscador de esencias (?). Controlarse y mantener una actitud discreta le parece fundamental al míster». Resumamos: queridos educandos -parece decir el benemérito autor del libro- no creáis que os estoy hablando de batallitas pasadas: el estoicismo vive y Del Bosque es su exponente. Con que los alumnos de hoy sepan quién es Del Bosque iríamos servidos, que no tengo yo tan claro que lo sepan con exactitud y sí que les suene.

¿Por qué llamo «benemérito» al profesor Serafín Sánchez? Porque es muy digno de galardón. Me imagino y comparto su angustia, su diaria ansiedad por acercar a los chavales a la filosofía, por atraerlos a los grandes clásicos del pensamiento. ¿Qué mejor, debió de decirse, que formar parejas explicativas anclado el segundo elemento en el fútbol: Platón-Liverpool FC, Los cínicos-Cantona, Sócrates-Raúl, Lévinas-Iniesta, Los entrenadores-Ockham, etcétera. Expliquemos el cerrojo defensivo de los italianos o el rigor de Arrigo Sacchi como aplicación de un modo de pensar el mundo. Contemos que, gracias a la filosofía utilitarista, sus creadores ingleses desprecian el centro del campo en el fútbol y lanzan el patadón desde la defensa hasta los delanteros sin perder el tiempo en toques banales. Lean este libro todos ustedes, por favor, aunque sólo sea para comprobar cómo muchos profesores hacemos las mayores virguerías para cumplir con la misión educativa: ¿o no es una enormidad de virguería explicar las teorías de Weber recurriendo a la situación económica y deportiva del Glasgow Rangers?