Las piezas coloristas del artista asturiano Jorge Flórez (Gijón, 1984) inundan estos días la galería Guillermina Caicoya de Oviedo ofreciendo una concepción artística que ya puso de manifiesto en la muestra presentada el pasado año en el Museo Antón de Candás.

En esta ocasión incluye algunas de las piezas ya exhibidas en Candás, a las que suma algunas otras realizadas en los últimos meses. Tanto en unas como en otras, la suya es una depurada apuesta artística muy entroncada con la arquitectura, que gira en torno a la geometría y el color.

Licenciado en Bellas Artes en Bilbao, con esta exposición incide en su empeño por desarrollar una obra personal que, sin contar con un punto concreto de inspiración, se apoya en lo que le rodea para transmitir por medio de la geometría una serie de sensaciones personales. «No pretendo emitir un mensaje, busco un lenguaje con el que mostrar un sentimiento, crear un objeto que no tiene otra funcionalidad más que el puro disfrute».

Con esa meta, Flórez compone una serie de volúmenes en distintos formatos y materiales, piezas que presenta ancladas en la pared o apoyadas en el suelo, pero tras las que hay un largo proceso experimental vinculado al espacio y a la arquitectura. Para la exposición de Guillermina Caicoya, afirma haber tenido muy en cuenta el espacio arquitectónico de la sala. «Doy mucha importancia al entorno, me importa el espacio vacío donde se sitúan las obras», comenta Flórez, que busca un efecto liviano para unos volúmenes de colores planos y peso visual grande.

Con esa idea juega con los anclajes de la pared buscando dar la sensación de que las obras no están colgadas sino que levitan en el espacio. Junto a esta idea de crear una escultura flotante figura la contraria, representada por dos grandes y contundentes piezas de suelo realizadas en madera y pintura sintética. El acero es otro de los materiales elegido por este artista, establecido en los últimos tiempos en las inmediaciones del Sueve, un lugar en plena naturaleza donde encuentra la energía suficiente para continuar innovando a partir de lo que le rodea y dando rienda suelta a una forma de hacer que en los últimos cuatro años ha encontrado su punto de desarrollo en la escultura de volúmenes y superposiciones de planos.

«Tras experimentar con muchos materiales y formas he llegado a la opción geométrica vinculada al espacio y a la arquitectura, pero también he descubierto que en lo cotidiano hay sensaciones y espacios que me llaman la atención». Son imágenes e ideas que «quedan en la mente» y que más tarde junto con el color le sirven de germen para desarrollar una obra que surge «de forma automática».

Jorge Flórez no pone título a sus volúmenes escultóricos, apenas un «Serie R 70» identifica una exposición que se caracteriza por una serie de propuestas que hablan por sí mismas, que buscan ir más allá de la mera escultura para acercarse a una especie de arquitectura abstracta con la que el autor coquetea.

En las piezas realizadas en los últimos meses en su taller del oriente de Asturias, ha introducido además el juego de la luz. En unos casos la luz eléctrica le sirve de guía para lo que quiere conseguir y en otros es la luz natural y la aplicación del color las que le permiten obtener los resultados perseguidos. De esa dinámica forman parte obras integradas por dos piezas, una blanca anclada en la pared sobre la que se superpone otra de color creando reflejos que subrayan el espacio vacío que queda entre ambas. En otras no hay reflejo de luz, pero juega con la superposición de planos, con lo pesado y lo liviano.