La violencia del islamismo radical contra "Charlie Hebdo" ha actuado como una gangrena que amenaza con acabar desde dentro con el semanario satírico. Cuatro meses después del atentado que movilizó al mundo occidental, las divergencias internas en la publicación han estallado a costa de la renuncia del dibujante de las caricaturas de Mahoma, detonante del ataque, a seguir en esa línea y de los treinta millones de euros recaudados con el espectacular incremento de las ventas, la captación de nuevos suscriptores y las donaciones. Un efecto perverso del inmenso apoyo recibido que debe hacer más redondo el placer de los mártires ahora rodeados de huríes.
Como ecos de la reacción intelectual contra la barbarie llegan dos libros de signo muy distinto. En Voltaire contra los fanáticos, Fernando Savater, volteriano de referencia, aprovecha la "persistencia" del ilustrado "como emblema contra el fanatismo y en defensa de las libertades amenazas". La silueta de Voltaire que acompañaba las pancartas con el omnipresente lema "Je suis Charlie", en la gran manifestación parisina que siguió a los atentados, deja constancia de su valor perpetuo y permite a Savater refrescar en píldoras el pensamiento del autor de Cándido, con el complemento de un perfil del que identifica como "el primer intelectual moderno" y una breve introducción a su filosofía.
La otra perspectiva es la del prolífico Slavoj Zizek. En el opúsculo Islam y modernidad. Reflexiones blasfemas, Zizek establece, desde sus habituales supuestos lacanianos, la imposibilidad de que ese monoteísmo, por su propio origen conceptual, se acompase con los tiempos. "La dependencia de lo femenino es el fundamento reprimido del islam, lo no-pensado, eso que el islam se esfuerza por excluir", y que condiciona toda su doctrina, escribe el filósofo esloveno. Una perspectiva opuesta a la que expone la activista Ayaan Hirsi Alen en Reformemos el islam (Galaxia Gutenberg).
