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Proyección de ópera en Oviedo.

Música

Ópera en plasma

El peligro de convertir las retransmisiones líricas en un fin y no en un medio para llevar público al teatro

En varias ocasiones he aludido a la necesaria búsqueda de nuevos canales para mostrar la lírica o la música clásica, a los diferentes tipos de formatos que se están ensayando y a toda una serie de iniciativas encaminadas a conseguir renovar los públicos y captar segmentos de la población ante un ambiente general hostil y con muy poco viento a favor.

Una de las propuestas que ha adquirido más auge en los últimos años es la de la retransmisión en pantallas gigantes de funciones de ópera y ballet. Por una parte están las que se realizan de manera habitual en los cines clásicos -en los pocos que quedan en pie- y otras que llevan la pantalla itinerante a plazas, paseos y avenidas para darle un marchamo más "popular". Se supone que estamos ante un elemento de divulgación lírico, y que esa ópera en plasma ayudará luego a que la gente se acerque a la taquilla y adquiera una entrada para ver una representación. Este es el objetivo y para ello se dedican cada vez mayores recursos de las entidades líricas. Todo esto es muy loable, ningún esfuerzo es menor pero hay un peligro en no entender que esto es un medio, no un fin. El objetivo final no puede ser otro que el público acuda a los teatros a presenciar una representación lírica.

En una pantalla se nos acerca una imagen aproximada de lo que es un espectáculo de estas características. De igual modo que no tiene nada que ver escuchar la "Quinta sinfonía" de Beethoven en disco a oírla en vivo en un auditorio, tampoco ver La traviata en una retransmisión audiovisual es lo mismo que hacerlo en un teatro, el lugar para el que fue concebida y donde se aprecia en toda su inmensidad el hecho cultural que supone el género.

He observado muchas retransmisiones "populares" en diversas ciudades españolas a las que asistían unas pocas decenas de personas, algunas de las cuales escapaban corriendo al descanso de la obra, sin aguardar al final. Dudo que ese público curioso hiciese la huida para acudir al móvil o al ordenador a comprar una entrada para el teatro. El problema de esto es que no están bien diseñadas las iniciativas. Desde hace unos años, varias universidades, entre ellas la de Oviedo, se acogieron a un programa de retransmisión de óperas que iba inserto en un proyecto cultural ambicioso, con conferencias y un trabajo previo sobre lo que se proyectaba. ¡Esto sí era algo con fundamento y capaz de ofrecer otra perspectiva! A veces tengo la impresión de que todo este ruido con el que se tratan de revestir los ciclos líricos no es más que un apunte a pie de página para justificar lo mucho que se trabaja en difusión paralela pero, realmente, sin un estudio ponderado y pensado de resultados. ¿De qué sirve proyectar una ópera en una plaza si está diluviando? ¿A quién beneficia ese coste suplementario? Desde luego a la temporada o la institución que lo impulsa muy poco. Son recursos que se pueden emplear de otra manera e, insisto, hay mil maneras de dar enfoques realmente productivos.

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