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La batalla de los sexos, hace 150 años y hoy mismo todavía

La brújula

La batalla de los sexos, hace 150 años y hoy mismo todavía

La Venus de las pieles, una lúcida visión de las relaciones entre hombres y mujeres que, por poco leída, quedó en hito fundacional del masoquismo

La publicación en 1870 de La Venus de las pieles fue acogida con el escándalo reservado a los atentados al orden social. Y eso que ni siquiera fue percibida como piedra basa del masoquismo en literatura, ya que el término se desconocía. Habría que esperar a 1886 para que el alemán Krafft-Ebing lo inventase en su Psicopatía sexual, un catálogo de "perversiones" donde un epónimo del autor de La Venus de las pieles da nombre al logro de placer sexual mediante el sufrimiento. Masoquista sería, pues, a ojos de Krafft-Ebing, Severin, el protagonista de la novela, quien decide convertirse en esclavo de su amada Wanda y la incita a revestirse de pieles para cruzarle a latigazos. Masoquista sería también el propio Masoch, pues rumores de época basaban la trama en sucesos de su vida, luego sostenidos por su primera mujer en sus memorias.

Y, sin embargo, La Venus de las pieles, tan citada como poco leída, supera de lejos esa anécdota morbosa para volverse una lúcida estampa de la "guerra de los sexos" hace 150 años. Y aún ahora mismo. La magnífica edición de Sexto Piso, con lacerantes ilustraciones de Manuel Marsol, permite constatarlo.

Por supuesto, a Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), un romántico tardío y un decadentista precoz, no le hizo gracia la aportación del psiquiatra. Tampoco a muchos de los lectores de este historiador paneslavista, matemático, periodista y narrador. Dotado de sólida formación ý agraciado con una finísima mirada, Sacher-Masoch dedicó buena parte de su obra a la novela histórica y los cuentos nacionales, muchos de ellos protagonizados por mujeres crueles.

Y es que Sacher-Masoch, utopista comprometido con la emancipación social, era un misógino para quien la mujer, en la sociedad patriarcal, sólo podía ser esclava o déspota, nunca compañera. Esta condición, adivina, sólo la alcanzaría cuando disfrutase los mismos derechos que el varón y, gracias al acceso al trabajo y a la formación, fuese su igual. Entre tanto, se decía, sólo podrá ser martillo o yunque.

Esa es la disyuntiva a la que se aboca el protagonista de La Venus de las pieles, idólatra romántico incapaz de imaginarse lejos de su voluble amada. La quiere sólo suya y para siempre, de modo que sólo concibe dos salidas: "Si no es usted capaz de ser una esposa buena y fiel, sea usted un demonio". Nace así el masoquismo de Severin, quien, por cierto, no goza con el látigo sino cuando Wanda aparca su condición de ama y lo trata como enamorada. El masoquismo en Sacher-Masoch es espectacular y extremo, pero, en su perruna idealización de la amada, queda lejos tanto de la categoría inventada por Krafft-Ebing como de la definición propuesta, con sus siempre estrechas costuras, por el DRAE. Descúbranlo.

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