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El camino sigue

El camino sigue

José Antonio Mases compone en La Cordillera una historia universal cargada de ecos literarios y original a la vez

Para los muy devotos de Juan Rulfo, "La Cordillera" o "Cordillera" es un título sacro y vetado, pues ese hubiera llevado el que sería el tercer libro jamás concluido del inmortal autor de El llano en llamas y Pedro Páramo, ese dueño absoluto de la palabra a quien Augusto Monterroso insinuaba en una fábula de La oveja negra, donde un sabio zorro escritor, autor de dos libros muy aplaudidos por crítica y público, anunciaba pero nunca publicaba el siguiente, pese a los apremios generales: por no darles el gusto, bien lo sabía, de publicar un tercero malo.

Quién parece atreverse, pues, a tomar en vano el nombre de Rulfo, a erigirse ahora en su evangelista apócrifo con una novela titulada La Cordillera. Pues uno de sus más justos herederos literarios, José Antonio Mases (Cabranes, 1929), autor de la que creo la mejor novela de la literatura asturiana contemporánea, El palenque, publicada en 1992 y recuperada en 2013 por KRK, en edición de Elena de Lorenzo; un título al que le ha faltado quizá una patria grande que lo reclame para poder considerarse un clásico de la lengua española del siglo XX. Porque a Mases, gran narrador y ensayista y uno de los mejores editores modernos que ha tenido una tierra de buenos editores como Asturias, dirigiendo la Gran Enciclopedia Asturiana junto a Silverio Cañada y Luciano Castañón, o al frente de Ayalga y de Mases Ediciones, la vida, sin embargo, lo puso enseguida en la coordenada caribeña y cubana, en la que acuñaría para siempre sus señas literarias, al lado de nombres como Cabrera Infante o el asturiano Antonio Ortega en la revista "Carteles", entre muchos otros. Hasta que su salida de Cuba a comienzos de los sesenta lo puso no en tierra firme sino en el mondo camino, en el que la crítica a veces no ha sabido encontrarlo; porque cuando regresa Mases ya no es un autor español. Quizá si lo leyéramos como a un autor hispanoamericano de la segunda mitad del veinte comprenderíamos de una vez su verdadera grandeza.

Una novela entre el mito y la poesía. Es importante, pues, saber por dónde coger este libro para leerlo en su clave: ni por el lomo, como a los cachorros; ni por las solapas, como al impertinente; ni por las hojas, como al rábano. A esta novela hay que tomarla por la palabra, para leerla como una gran obra de la renovación narrativa hispanoamericana, y solo luego española, que Mases testificó in situ y junto a algunos de los más grandes, y no así como un remedo extemporáneo o un ejercicio de estilo. Aquí manda poco la dictadura de la novedad estética; esta es una obra escrita y reescrita durante años, en la que no es mérito menor que no se noten las capas, suturas y varias tintas de tan prolongada redacción. Antes al contrario, superados los primeros compases en que la narración acusa la autoexigencia, más que la ambición, de saberse el "opus magnum" de su autor y quizá carga demasiado la mano, es asombrosa la capacidad del texto para retener al lector ante la tensión trágica de una novela que cabría razonablemente en un cuento, pues más que una historia es una situación.

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