y al fin hemos venido a parar a mi sexo
a esta raíz de los adverbios
tú crees estar aquí y yo
adivinar tus inicios en
bastaría con entregarse
a la desposesión de los espejos
sin saber
quién vierte las preguntas
ni de quién
el habréis de morir el uno para el otro
tan sólo persiguiendo al que persigue
sin saber
en qué casilla detenerse
ni de quién
el niña redondea tu letra redondea
ahora dónde
el crecimiento y su quietud:
la fruta
ya caída en
sal
¿me oyes amor? empieza a dolerme
Como, al azar
los nidos de polvo que se forman solos
y debajo crecen
mudas contingencias, suertes de la vista-
como van los hechos a concatenarse
pared con pared
con la fiebre última
y el último soplo, rodando rodando
íbamos rodando -grandes sedentarios-
para rebotar
de una piedra en otra
cayendo sin más, sin némesis siquiera.