Dicen que aquello de "mal de muchos consuelo de tontos" es uno de los refranes más repetidos de la historia. Y si lo es será porque no le falta razón. Seremos tontos pero a muchos que hemos sido becarios nos consuela saber que no hemos sido los únicos que hemos trabajado a cambio de un "salario emocional". Y esta es una de las ventajas de leer el libro de la Becaria tuitera (@Becaria_): que vas a poder sentirte identificado en muchas cosas. Y que incluso vas a aprender. Sabrás, gracias a este título editado por Plan B, que en España hay un total de un millón y medio de becarios. Casi nada.

La "Historias de una becaria incorrecta" que ahora se acaba de publicar es uno de esos libros que entre sonrisa y sonrisa te da una "torta" de realidad. Que con el trasfondo del sexo, las risas y las anécdotas (seguro que muchas aún guardadas en un cajón), aporta una dosis de reivindicación irónica al alcance sólo de los lectores más exigentes que se fijen por ejemplo en la poca gracia que tiene que a una chica en el trabajo le pregunten si se va a quedar embarazada. Y no la tiene aunque ella conteste que si cuenta como embarazo comerse dos hamburguesas gigantes.

Lo cierto es que parece que cada vez hay más tuiteros en las librerías. Sin embargo lo que aporta en esta ocasión el hecho de que no quiera desvelar su identidad. Eso es lo que hace que se pueda hablar sin tapujos de un fisio que pasa las noches ofreciendo soporíferas veladas poéticas. Y si a eso sumamos una amplia experiencia en redes sociales entonces ya nos sale un libro sin demasiadas pretensiones literarias pero que sirve para reírte de una humanidad que liga más que Wallapop vendiendo lo que tiene olvidado por casa que en Tinder dándole a izquierda y derecha según le gusta o no el candidato. Y ojo, que gracias a estas "Historias de una becaria incorrecta" puedes descubrir incluso que hay gente que sigue enviando mensajes al Teletexo para ligar. En pleno siglo XXI y con aplicaciones gratuitas.

Sería genial volver a resucitar los amigos por correspondencia. Entretanto merece la pena pasarse por el papel de la Becaria un rato aunque sea para reírse de uno mismo o recordar, con media sonrisa y media cara de indignación, nuestro pasado precario.