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Poesía

La acuarela de la vida

Casa junto al arrecife, el debut poético de Enrique Ariño Gil

Enrique Ariño Gil.

Desde la sensualidad de la naturaleza, el amor intocable por la palabra, el sentir inolvidable de mitos y leyendas y ese deje poético inexplicable, se construye la opera prima de Enrique Ariño Gil (1960) en la poesía: Casa junto al arrecife. Ariño Gil, doctor en Historia y profesor de Arqueología en la Universidad de Salamanca, escribe sobre casas sepultadas, papiros recubiertos de memoria, la felicidad apresada del sol, la piedra que edifica templos paganos, las bóvedas perfectas o la liviandad del trigo. Toda una retama de vida.

Hay en el libro una especie de belleza alicaída marcada por el paso del tiempo, que su autor resume así: "La percepción de la belleza y la nostalgia son inseparables. Normalmente es la memoria, más que la vivencia, lo que permite apreciar lo bello". Casa junto al arrecife contiene alusiones al mundo de la arquitectura y arqueología, territorios que domina perfectamente. "También la biología y la geología están presentes. Son ciencias relacionadas con la arqueología, que hoy es una especialidad compleja. Todas estas ramas del conocimiento se incorporaron al texto de forma no meditada, cuando, casi por azar, se revelaron como un recurso eficaz en el lenguaje poético. Aportaban la posibilidad de formular enfoques inéditos recurriendo a temas que normalmente son objeto de análisis del texto científico. El vocabulario de estas ciencias también se reveló como dotado de una nueva dimensión al ser trasladado a un poema", explica el autor.

"O es el silencio total o suena el canto", reza uno de los versos. Ante esa disyuntiva, el poeta se autodefine como "persona conversadora" y aclara que el poema forma parte "de un conjunto en el que se examina el mundo exterior desde la reclusión de la celda. Todos ellos son mensajes que se emiten desde un espacio en el que la palabra común ha sido abolida. Este espacio interior no es de libre elección, sino más bien una imposición de la conciencia, que no consigue comunicarse más que por medio del texto escrito. La celda puede ser el último refugio, pero no es el lugar que el recluso desearía habitar".

Un hecho muy perceptible en el libro es que, posiblemente, no hay nada mejor que la naturaleza para proyectar metáforas e imágenes. "Aprecio aquellos poemas que se asemejan a una acuarela. Creo que el reto en el texto poético es casi el mismo. Construir, utilizando solo unos trazos, un paisaje que en parte es obra del autor y en parte composición de quien lee. En la escritura poética, la naturaleza siempre ha sido un recurso para expresar el estado de ánimo, una especie de proyección exterior del autor. La dificultad que desafía hoy al poema es la utilizar este recurso sin incurrir en la repetición o el lugar común", resalta Ariño. En esta obra de estreno hay consuelo y Carpe Diem, la poesía, en su ambicioso y utópico intento de recomponer el mundo. El autor reflexiona que "la poesía no tiene mucha utilidad, pero en realidad, son pocas las creaciones humanas que son realmente útiles. La mayoría de las cosas con las que se comercia sirven para satisfacer necesidades que solo se experimentan porque existe un producto para llenar ese hueco. Algunas personas necesitan la poesía porque en su interior se expresan en un lenguaje poético o porque la poesía revela aspectos poco evidentes de la realidad. El texto poético es el reverso del texto científico, el cual aporta consuelo por la forma en que expresa el orden".

En Casa junto al arrecife se cumple un propósito literario de homenajear lugares y nombre propios. "A menudo el texto poético tiende a un cierto ensimismamiento. Con frecuencia la persona que escribe se narra a sí misma, expresa sentimientos o vivencias que le parecen imposibles de rebasar. Algunos de los poemas del libro se escapan de esta vía habitual y convocan a personas que se enfrentaron al mundo con un compromiso poco corriente y que incorporaron a sus vidas cotidianas una orden de su conciencia. Tomaron decisiones en defensa de su propia dignidad y éstas determinaron su vida y a veces también su final. Son nombres propios como el de Nadiezhda y Ossip Mandelstam, Evgenia Ginzburg o María Santos de Gorrostieta Salazar. Por otra parte, los lugares son importantes porque la vivencia no se percibe fuera del marco en el que se experimentó. Las palabras y las fechas que acompañaron a un hecho vital pueden perderse, pero es casi imposible olvidar las sensaciones que nos transmitió un lugar".

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