La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La huella de los libros

Testimonio de una decepción

Las reflexiones de Manuel Azaña sobre Cataluña con la introducción de Eduardo García de Enterría

Cultura - Libros

“Sobre la autonomía política de Cataluña” es una antología de textos de Manuel Azaña, cuya relevancia . Su compilador y el autor de un formidable estudio preliminar era nada menos que Eduardo García de Enterría, gran maestro de iuspublicistas y persona de muy vastos intereses intelectuales.

El primero de los textos recogidos en el libro es el de un discurso en Barcelona en marzo de 1930. Aquí Azaña se refiere a la “cohesión nacional” de Cataluña, a “la profundidad del sentimiento nacionalista catalán”, expresado en “la ingenuidad adorable [sic] de una multitud a la vez coherente y entusiasta”. Gracias al catalanismo, dice Azaña, será libre Cataluña. Es más: la libertad de Cataluña y la de España son la misma cosa. Esta línea de pensamiento, así esbozada, es la que se traducirá más tarde, en las Cortes de la II República y hablando como Presidente del Consejo de Ministros, en la denodada defensa del Estatuto catalán, contenida en los cinco discursos parlamentarios recogidos en esta selección, interesantes también desde la perspectiva de la construcción de una original forma territorial estatal. Frente a la conocida tesis de Ortega y Gasset de que el problema catalán es insoluble y que España sólo puede aspirar a conllevarlo, Azaña se muestra partidario de “todas las conciliaciones posibles en un problema nacional que es de interés supremo para los republicanos”.

Manuel Azaña

Muy distintas son, años después, las reflexiones contenidas en el “Cuaderno de la Pobleta”. El 31 de mayo de 1937, y siendo Azaña un atribulado Presidente de la República, da cuenta en sus páginas de la advertencia dirigida al Gobierno nacional sobre la situación en Cataluña: “Hay que tener muy presente la posibilidad de otro 6 de octubre [de 1934], y prevenirse, política y militarmente, contra él”. Y en la anotación del 19 de septiembre describe todas las usurpaciones de las competencias del Estado realizadas por el Gobierno de la Generalidad tras el estallido de la contienda civil: desde el derecho de indulto, hasta la custodia de fronteras, las aduanas, el Banco de España, los cuarteles, la Telefónica, la Campsa, el puerto, la dirección de la guerra y el intento de conquistar Aragón y Baleares para construir la gran Cataluña de Prat de la Riba. Querían hacer pasar la revolución nacionalista o separatista a favor del río revuelto de la confusión revolucionaria. Las extralimitaciones y abusos de la Generalidad “son de tal índole, constata Azaña, que no caben ni en el federalismo más amplio”. En todo caso, “soy amigo de Cataluña, ciertamente; también lo soy de León o de Granada”, y declara seguir siendo fiel al régimen autonómico.

En un artículo posterior a la guerra, en el que se refiere igualmente a la deslealtad de los nacionalistas vascos hacia la República, concluye Azaña de un modo que pareciera dar la razón a Ortega: el problema catalán “es la manifestación aguda, muy dolorosa, de una enfermedad crónica del cuerpo español”.

¿Qué opina el profesor García de Enterría de esta evolución traumáticamente desencantada de Azaña? Para mí, lo más interesante de este libro son justamente las autorizadas observaciones del compilador, con desarrollos argumentales de gran riqueza, a los que, por razones de espacio, no puedo más que remitirme. Repara Enterría en el patriotismo abierto de Azaña, que fue, escribe, “un profundo, y casi místico, españolista”. Alude más adelante a su creadora inteligencia jurídica, defendiendo el valor normativo de la Constitución y su superioridad sobre los Estatutos de Autonomía, pero instituyendo inequívocamente el Estado autonómico y defendiendo este logro ante las Cortes con entusiasmo auroral. “Nosotros no queremos seguir siendo los guardianes de un ascua mortecina en las cenizas de este hogar español desertado por la Historia”. Como se ve cabalmente en ese pasaje, regeneracionismo puro. Ahora bien, el entusiasmo se transmutará en la frustración que Azaña sentirá cuando compruebe, ya en plena confrontación bélica, la deslealtad profunda con que, en su sentir, tanto Cataluña como el País Vasco habían respondido a la generosidad de los republicanos españoles.

Sin embargo, Azaña –y esto resultó muy grave y decisivo para la suerte del régimen– no pudo tolerar el muy legal triunfo de las derechas no republicanas en las elecciones de 1933. “Antes que la Constitución está la República”, proclamó suicidamente Azaña, uno de los padres del texto constitucional. Como señala Enterría, se trata de una frase “verdaderamente subversiva”, en la medida en que “él mismo se erige en personificación e intérprete auténtico del contenido concreto de la idea republicana”. Lo cual implicaba ponerse al lado de los partidos que se levantaron en 1934 contra el orden constitucional. He aquí un auténtico legitimismo republicano, que más adelante tendría ocasión de lamentar. La guerra civil, en efecto, y como observa Enterría, fue, en cierto modo, el fracaso de toda su política.

En suma, este libro es imprescindible para la reflexión histórica, no exenta de melancolía (¡qué ocasión perdida y qué final tan trágico!), lleno como está de sabiduría y de lecciones que nunca conviene olvidar.

Sobre la autonomía política de Cataluña

Manuel Azaña 

Estudio de Eduardo García de Enterría

Tecnos, 2019, 296 páginas 20,50 euros

Compartir el artículo

stats