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Música

Entre la incertidumbre y la esperanza

El sector musical está expectante ante un ejercicio que viene marcado por la evolución de la pandemia

Comienza el año y para la música en vivo el cambio de dígito en el calendario supone cerrar la primera parte de la temporada, la que se inicia justo tras los festivales de verano, en el mes de septiembre, y abre el periodo enero-junio, que es el de mayor movimiento en los circuitos y que fue cuando, hace doce meses, eclosionó la pandemia sanitaria que ahora parece avanzar de nuevo hacia una tercera ola. De ahí que este inicio de año tenga un regusto agridulce, porque el otoño ha vuelto a ser muy duro, con la mayoría de los circuitos cerrados y con los pocos teatros y auditorios abiertos sometidos a grandes restricciones de aforo y a un fuerte retraimiento en las asistencias derivado, por una parte, de las restricciones de movilidad y, por otra, del temor de la población de más edad a acudir a los equipamientos culturales. Así, tampoco lo que se avecina en los próximos meses invita al optimismo. Con solo aplicar el sentido común parece bastante claro que las restricciones van a continuar y esto nos va a llevar a sucesivas cancelaciones y aplazamientos en los ciclos que actualmente están preparados.

Todo el ámbito cultural está roto. Los circuitos de exposiciones, las ferias y actividades literarias, la música, las artes escénicas, etc., siguen atravesando un proceso casi de hibernación, con las consecuencias económicas que esto tiene para los artistas y que ya está provocando situaciones muy graves en agrupaciones e intérpretes.

La actividad general, por tanto, va a sufrir fuertes alteraciones, lo que contribuirá aún más a deteriorar la situación de la cultura en su conjunto. La esperanza está puesta en un cambio de tendencia para la segunda parte del año, especialmente en lo que se refiere a los festivales y el arranque de la temporada 2021-22, para la que los teatros están intentando recuperar producciones canceladas en su momento y redibujar las programaciones a medio plazo. La implicación institucional va a ser clave, puesto que la tarea de reconstruir cada ámbito cultural requerirá de un esfuerzo suplementario de difusión que genere confianza para ganar la vuelta de un público que ha visto abruptamente rotas sus rutinas culturales. Es clave, en este sentido, un diseño inteligente en la captación del público, con una oferta que ha de ser atractiva y debe tener un respaldo sensato y cabal por parte de las diferentes instituciones, desde los respectivos gobiernos nacionales, pasando por los autonómicos y los municipales. Incluso la Unión Europea debería implicarse en una tarea que va a ser ingente a corto y medio plazo hasta recuperar la normalidad.

El Ministerio de Cultura de nuestro país no puede eludir su responsabilidad y, de una vez por todas, se necesita una política de apoyo a las otras instituciones que vaya más allá de la que realiza en las entidades que dependen directamente de él y cuya actividad mayoritaria se realiza en Madrid. El fomento de las giras de estas unidades de producción, con el apoyo a las mismas, será un elemento clave para la defensa de los intérpretes españoles. El reto es tremendo y requerirá de un verdadero plan nacional que, de manera capilar, se extienda por todo el territorio. De poco sirve a la población que financia los grandes entes nacionales que estos solo estén accesibles para quienes vivan en Madrid o quienes acudan a la capital del Estado. No es justo y, además, fomenta de manera notable las desigualdades entre territorios y el desapego a las compañías nacionales, que no se ven como tales. Es clave una coordinación nacional conjunta entre las diferentes administraciones, en la recuperación de circuitos y en la apuesta por nuevos formatos que, impulsados desde el Ministerio de Cultura, sirvan como fomento a los artistas locales. Además, en este contexto, es esencial una política más proactiva en el apoyo a las giras internacionales de nuestras agrupaciones, tal y como existe en otros países europeos. Este momento de crisis ha de ser también el de la reactivación y el impulso con fórmulas renovadas.

Si esa pandemia no sirve para que las autoridades estatales, en lo que a cultura se refiere, de una vez por todas, tengan una intervención en el sector que vaya más allá de meras reuniones, las más de las veces vacías de contenido y sin resultado concreto, mal vamos. Si los responsables políticos no son capaces de ver el valor de la cultura en la integración de un país y, además, su imprescindible peso económico, entonces se perderá un elemento clave de nuestra convivencia.

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