La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Brenda Navarro | Escritora, ganadora del premio “Tigre Juan”

“El dolor nos une como seres vivos”

“México no está tan lejos de España o de Estados Unidos; cada Estado ejerce sus propias violencias de distintas formas”

Brenda Navarro

La escritora mexicana afincada en Madrid Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) recibió el pasado mes de diciembre el premio “Tigre Juan” por su novela “Casas vacías”.

–¿ “Casas vacías”, mujeres vacías, estados vacíos: de qué habla su libro?

–De dos mujeres que son atravesadas por la violencia y que ven deshacerse sus expectativas. Mujeres construidas por las circunstancias y que quedaron vacías con el tiempo. Probablemente la metáfora de todos los estados-nación que se sostienen de los cuerpos más vulnerables, aunque eso implique vaciarles la vida.

–Mujeres, violencia. ¿Es México un país feminicida?

–Es un Estado feminicida, no un país. Son las estructuras estatales las que han permitido que los asesinatos de las mujeres se mantengan en plena impunidad. Si yo digo que un país es feminicida, se hace un eslogan, casi turístico; en cambio, cuando hablo de un estado, lo que intento hacer es interpelar a los demás estados –porque se validan entre sí–, para no dejarlos fuera de esto, que es un problema que parte de cómo se están entendiendo las democracias actualmente. Y es importante hablar de estados feminicidas porque el estado mexicano no está tan lejos del español, o del estadounidense, cada estado ejerce sus propias violencias de distintas formas, pero siempre con un mismo objetivo: sobrevivir por encima de la vida misma. Por eso teóricas como Rita Segato y Sayak Valencia hablan de criminales globales, capitalismos gore, etcétera.; porque la violencia no es inherente a las personas, sino a los sistemas.

–¿Sus mujeres, al quedar vacías, dejan de serlo?

–Las mujeres de este relato siguen siendo mujeres, o se vuelven mujeres en toda la extensión de la palabra justo cuando son conscientes de su tragedia y son conscientes justo en el momento en el que están contando su historia, ese momento en el que deciden exteriorizarlo y nosotros podemos leerlo literariamente. Luego sí quiero creer que son la representación de como un estado feminicida no lo es por el número de feminicidios, sino por todo lo que dejó de hacer para que sus ciudadanas pudieran tener derechos.

–El primer impacto que produce el libro es dolor, un dolor por la pérdida que llega a ser dolor físico. ¿Es el dolor de su país, México?

–Nací en México, pero llevo casi 6 años pagando impuestos y habitando España en toda la extensión de la palabra. Como persona migrada, ya no sé exactamente cuál es mi país o si en todo caso debo de decir que pertenezco a un país; pero atribuyéndome esta doble nacionalidad, me gusta creer que si el libro logra generar dolor en personas que no han nacido en México, entonces considero que este es el dolor de la humanidad que logra identificarse con lo que escribí. Llevo pensando un tiempo que es el dolor y no la inteligencia lo que nos une como seres vivos y esto me parece especialmente bello, porque al contrario de lo que nos hacen creer, es el dolor lo que nos impulsa a querer seguir viviendo, y aunque da temor también da paso a otras vidas. Las cosas dolorosas que suceden en el libro también pasan en España, pero también en Indonesia, Croacia, Bolivia, Australia, etcétera. Basta mirar un poco la historia y revisar que las desapariciones en todas sus dimensiones son la forma en que los estados se fortalecen.

–Usted es madre y la novela está escrita desde la voz de dos madres, la que pierde al niño y la que se lo lleva. ¿Qué voz le costó más encontrar?

–Se me ha cuestionado mucho si yo podía escribir esto si no fuera madre. Creo que nunca se le cuestionó a los poetas si cuando hablaban de amor realmente habían estado enamorados. Soy una fiel defensora de la ficción, especialmente en tiempos en los que la escuela de la autoficción comercializada por Estados Unidos está tan en boga. ¿Por qué importa si he parido o no? Las voces narrativas de las “personajas” las escribí con mi imaginación y a ambas las disfruté mucho. Y esto es otra cosa que defiendo de la literatura y la ficción: escribimos unas cuantas personas que tenemos la oportunidad de tener tiempo libre a pesar de los trabajos que nos dan dinero para llenar la nevera, y el acto propio de escribir debe de ser gozado, así que ninguna me costó trabajo, las he gozado por igual.

–“Casas Vacías” se publicó primero en internet y tras su éxito llegó al papel. ¿Es internet un banco de pruebas del que pueden salir buenas novelas?

–Siempre he defendido que el ciberespacio es un espacio sin fronteras en el que las personas que no poseemos modos de producción comerciales tenemos la oportunidad de compartir e intercambiar conocimiento, incluida la literatura, alrededor del mundo; por eso me preocupan tanto los monopolios en internet y las barreras que han puesto para este propósito. No hay pocos escritores, hay una desvalorización del trabajo de edición y una urgente necesidad de las grandes corporaciones de volver a tener el poder de los discursos. Esa es la contradicción de creer que internet es un banco de pruebas y no un espacio diverso de intercambio cultural, entre otras cosas, por supuesto.

–¿Qué supuso ganar el premio “Tigre Juan” de novela?

–Ya se me ha advertido en Oviedo que este premio trae consigo una especie de adscripción como ciudadana “Tigre Juan” de la que me siento muy honrada. Creo que es un gran premio y al que yo le doy una importancia tremenda porque no tiene intereses comerciales, se hace por amor a la literatura y la preservación de la cultura; y además, por si fuera poco, el jurado está compuesto por verdaderos apasionados de la literatura. ¿Qué mayor premio que todo esto?

–¿Le asusta el éxito y los elogios que ha concitado su primera obra?

–Yo todos los días me despierto en el mismo apartamento de un barrio de Madrid, donde soy una absoluta desconocida. Camino por las calles y la gente me sigue ignorando como siempre. Además hago mi trabajo remunerado, el de cuidados y el doméstico, y a fin de mes trato de estirar los euros para poder ahorrar un poco y la mayoría de las veces no lo logro. Esto último me asusta más: no poder tener una pensión para cuando no pueda ser independiente o falte comida en casa.

–Da la sensación de que “Casas vacías” supuso que usted se vaciase por completo, que volcase en sus páginas todos sus miedos y dolores. ¿Le ha costado recomponerse?

–No sería justa ni realista con lo que puedo decir ahora. Es como cuando terminas una relación romántica y sanas y cuando te preguntan cómo te sientes con el paso de los años, tú dices muy orgullosa: “No fue nada”. La verdad que ya no recuerdo qué tanto de esa Brenda de 2018, que fue cuando se publicó por primera vez, estaba dañada, pero, vamos, que dañada sigo, eso es irremediable.

–¿Qué proyectos hay sobre la mesa de la escritora Brenda Navarro? ¿Y de la Brenda Navarro mujer?

–Acabo de entregar mi segunda novela a mis editores. No se publicará este año, pero ya hay una nueva novela que se publicará. Ahora mismo, después de esta segunda novela, necesito redescubrir intereses, porque llevo más de año y medio dándole vueltas a mis obsesiones. Imagina que llevo año y medio escuchando los mismos cuatro álbumes de música para escribir lo que necesitaba. Así que por ahora hay una pila de libros, de nueva música y de cine que quiero gozar, y sí, claro, ir tomando nota para siguientes proyectos que están estrechamente relacionados con la música de la primera mitad del siglo XX.

Compartir el artículo

stats