La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A Luis Feito, en el último estallido

Homenaje al pintor recientemente fallecido, figura indiscutible de la abstracción española

A la izquierda, la obra “s / t” (acrílico / papel, 27 x 26,8 cm), de 2005

Hace exactamente un año tuve oportunidad de realizar la que probablemente sea la última entrevista publicada de Luis Feito, recientemente fallecido. Figura indiscutible de la abstracción española, el pintor cumplía entonces siete décadas de carrera profesional con una vitalidad asombrosa, que le mantenía activo a sus noventa años. Todavía queda el recuerdo de su amabilidad, su paciencia, su cordialidad y su cercanía, ante una llamada que recibía desde el lugar del que era oriundo.

Porque Luis Feito alardeaba siempre que podía de sus orígenes vaqueiros y asturianos. El amor por su padre emigrante hacía que se enorgulleciera, por ejemplo, de haber sido nombrado en 2010 Vaqueiro de Honor, algo que podría parecer nimio frente a otros muchos reconocimientos importantes que había recibido, como la encomienda de la Orden de las Artes y de las Letras de Francia o la medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes. Siempre mostró interés por que alguna de sus obras quedara en Asturias, por ejemplo en el Museo de Bellas Artes, pero su rastro sólo permanece en algunas colecciones privadas.

Fiel a esas raíces, el pintor reconocía haber llevado una “vida trashumante”. Nacido en 1929 en Madrid, donde estudió Bellas Artes, en 1955 se instaló en París, capital artística en la que permaneció casi treinta años. Desde allí, y a pesar de la distancia, fue miembro fundador del grupo El Paso en 1957, mano a mano con Antonio Saura. El grupo se convirtió inmediatamente en la máxima expresión del arte español de vanguardia y en él participarían pintores y escultores hoy tan conocidos como Rafael Canogar, Manolo Millares, Manuel Rivera, Juana Francés, Pablo Serrano o Martín Chirino, además de Antonio Saura y el propio Luis Feito.

Luis Feito.

Dentro de El Paso estaba también el pintor gijonés Antonio Suárez, de quien guardaba grato recuerdo. El hecho de que Antonio Suárez fuera asturiano favoreció sin duda que Oviedo fuera una de las primeras ciudades españolas en acoger una exposición del grupo, celebrada en las salas de la Caja de Ahorros de Asturias en julio del mismísimo año 1957, causando, como era de esperar, una viva polémica claramente beneficiosa para la renovación de las artes plásticas asturianas. Por aquel entonces había que buscar pintores abstractos hasta “debajo de las piedras” y Feito siempre se mantuvo fiel a ese purismo, que no fue tan exacto en Antonio Suárez, Saura, Millares, Pablo Serrano o Rafael Canogar, el último integrante de aquel grupo aún activo.

A partir de entonces Luis Feito expuso regularmente en ciudades como Madrid, París, Milán, Venecia, Roma, Helsinki, Tokio, Hamburgo, Washington, San Francisco, Seattle... En 1981 se traslada a Montreal, donde ya venía exponiendo desde hacía un tiempo. Y en 1983 el cambio fue a Nueva York, ciudad en la que permanecería varios años hasta su regreso definitivo a Madrid en 1990. Sus últimas grandes exposiciones fueron la antológica del Museo Nacional Reina Sofía de Madrid en 2002 y la del Palacio Sástago de la Diputación de Zaragoza, que abarcó desde el año 2002 hasta 2018, cuando dejó de pintar sobre lienzo.

Llama mucho la atención que Feito, uno de los artistas más serenos de El Paso, se decidiera, en plena madurez creativa, a emprender también el camino expresivo de sus compañeros. Es cierto que el color rojo sangre ya tenía cierta relevancia en su obra anterior, al menos desde 1962, cuando los motivos eran predominantemente circulares, pero luego se adentró en una etapa más geométrica y austera que le despojó del color y acabó en esenciales cuadros blancos a finales de los años setenta.

En su etapa postrera, el rojo se convirtió en el protagonista indiscutible de su pintura, junto a los violáceos, hasta el punto de copar o llenar toda la superficie del cuadro. La tensión acumulada por el uso apabullante de esos tonos violentos es tan considerable que el artista decidió aliviarla rompiendo y fracturando la composición, haciéndola estallar en mil pedazos y subrayando en negro los efectos más espectaculares, en una especie de voladura controlada que se mantiene sorda y aislada en el lienzo. Él consideraba esta etapa, que se empezó a fraguar en 1998, como la más importante de su producción, al estar hecha desde “una libertad absoluta”.

La obra última de Luis Feito es bien conocida en Asturias gracias a la labor de la extinta sala de arte Van Dyck de Gijón, que no sólo la expuso en tres ocasiones, en 2006, 2008 y 2012, sino que incluso consiguió venderla, algo harto difícil para un mercado pequeño y conservador como el asturiano. Siempre mantuvo su cariño explícito hacia Alberto Vigil-Escalera y su hija Aurora, a la que solía ver en ArtMadrid, la única feria a la que Feito todavía asistía, porque le resultaba más cómoda y más íntima.

También fue su marchante, galerista y coleccionista Fernando Fernán-Gómez, que siempre ha recordado la impresión que le produjo de niño enfrentarse a la obra de los artistas de El Paso, a los que conoció de la mano de su padre, el actor Fernando Fernán-Gómez, y gracias al cual el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) de Avilés se ha podido convertir en los últimos años en refugio del pasado, presente y futuro del grupo artístico, una exposición individual del maestro incluida, en 2011.

Luis Feito se va con la melancolía de quien se sabía parte de la historia del arte y, sin embargo, era consciente de que ahora la pintura “no interesa absolutamente nada”, por lo menos en ferias como ARCO, a pesar de que en 2000 recibió allí el Gran Premio AECA, ni en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, donde no se sentía bien representado, pues en su colección permanente sólo hay dos obras suyas, una de su primera época lineal y otra de la etapa de El Paso que se adquirió cuando José Guirao era director.

Coleccionista de sí mismo, por una cuestión de dignidad profesional, el último homenaje que se le realizó fue en el Salón de Arte Moderno (SAM) de Madrid, en el que fue el artista invitado a finales de febrero de 2020, unos días antes de que se produjera el estallido que ha acabado privándonos de su pasión, de su entrega, de su militancia exhaustiva.

Compartir el artículo

stats