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Música

Salidas virtuales

Los nuevos formatos, complementarios de los habituales, fuerzan a la renovación del mercado clásico

La música en vivo, las artes escénicas en general, no tiene fácil sustitución. Se precisa del público en sala para que funcione un concierto sinfónico, una ópera o un ballet. Artistas y espectadores generan una atmósfera especial que requiere de ambos elementos. No es la del público una relación neutra con el escenario, como a veces se quiere hacer creer para justificar espectáculos absurdos de baja calidad. Al contrario, su energía, atención y capacidad de implicarse son parte esencial del espectáculo. La relación entre la platea y la escena es de doble sentido. El silencio y la concentración de los asistentes es una pieza activa porque sirve de impulso a los artistas, les espolea, y de qué manera, ese “vacío” que se transforma en música cada nueva convocatoria.

La actual pandemia ha diezmado el sector, e incluso llevado a la ruina a muchos profesionales. Ante esta realidad que va a estar con nosotros durante un tiempo y que obliga a aforos muy limitados, las orquestas sinfónicas han dado un paso adelante en un proyecto de transformación que algunas, con más medios, ya habían iniciado hace años. Entre ellas la Filarmónica de Berlín, con canal propio de difusión a través de internet, de éxito internacional. Pero no todas las formaciones van a contar con los ingentes recursos económicos de las grandes orquestas internacionales para lanzarse a las redes, con lo cual deben buscarse otras salidas, una vez que las grabaciones discográficas, salvo en proyectos puntuales, ya empiezan a ser cada vez más infrecuentes.

La primera transformación ha de llegar de las infraestructuras: las orquestas debieran disponer de salas de ensayos tecnológicamente adaptadas para múltiples proyectos, casi convertidas en un plató televisivo, al igual que los escenarios de los auditorios. Un impulso decisivo en ese ámbito propiciará que el aspecto pedagógico –los conciertos de divulgación– sea clave a medio y largo plazo.

Hace un año, unos días antes de iniciarse el confinamiento, la orquesta Oviedo Filarmonía tenía previsto hacer conciertos en un colegio de la ciudad. La entonces incipiente, pero ya amenazante pandemia, frustró el proyecto. Sin apenas medios se transformó la idea y se difundió por las redes sociales de la propia orquesta. El éxito obtenido fue buen barómetro para medir una necesidad que ahí estaba presente y, a la vez, desatendida. Posteriormente, según avanzó el confinamiento, diferentes iniciativas, ya más complejas, agrupadas en un programa impulsado desde la Fundación Municipal de Cultura, obtuvieron gran acogida. Con el nuevo curso la formación ovetense ha comenzado una senda pedagógica con las nuevas tecnologías como base, y también esta semana la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias profundiza en una veta que exploran otras instituciones como el Teatro Real de Madrid y que, a buen seguro, eclosionará con fuerza de cara al próximo ejercicio. La potencialidad es inmensa y más aún en la capacidad para ejercer una pedagogía no sólo enfocada a los jóvenes. Se necesita con urgencia una didáctica también con los adultos, una vía de entrada que logre la finalidad última, que es la asistencia a los conciertos en vivo, pero que, además, permita llevar la música con la máxima calidad posible a todos aquellos que, por situaciones diversas, no puedan acudir a un auditorio. Se abre un mundo nuevo, lleno de retos e incertidumbres, y quizá por ello fascinante, que estaba emergiendo con lentitud pero que la pandemia, como tantas otras cosas, ha acelerado. A favor rema el ingente patrimonio musical que las orquestas mantienen vivo. Siglos de música que conforman nuestra identidad cultural y que debe seguir viva para las generaciones futuras.

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