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Una de las piezas expuestas.

ARTE

Isabel Cuadrado, bajo estrictas coordenadas

La artista presenta la exposición “XYZ” en la galería Arancha Osoro de Oviedo

Las pasadas navidades, Isabel Cuadrado mandaba una hermosa por sencilla impresión sobre papel de caligrafía chino de dos hojas de ginkgo, el único árbol que resistió a la bomba de Hiroshima. En esa esperanza, y con casi un año de retraso por culpa de un invasor microscópico, presenta exposición en la galería Arancha Osoro de Oviedo bajo unas estrictas coordenadas, XYZ, que delimitan su espacio de intervención y estructuran su trabajo reciente, marcado por el paso del tiempo pero sin apremios angustiosos. Al revés, con una levedad y una voluntad lúdica que se agradece, y además es constante en su trayectoria.

Isabel Cuadrado, profesora de la Escuela de Arte de Oviedo, siempre ha sido artista del espacio, de las tres dimensiones más que de lo bidimensional, y por tanto cercana a la instalación y a lo concreto. Excelente grabadora, desde un inicio ha mostrado incomodidad en el corsé de la pintura, a la que rajó entera para salirse de ella, y ha preferido expandirse hacia el mundo de los objetos, sin que por ello renuncie a la idea del cuadro y sus inmensas posibilidades. Este juego le permite mostrar ahora un conjunto de delicadas y finas estampas directamente clavadas a la pared, que señalan los puntos y las líneas de su propuesta y generan habitaciones incómodas, en las que los colores primarios quedan enredados, al lado de un par de obras enmarcadas que continúan la intervención realizada en el Espacio Vitrina de Gijón hace cinco años, en un característico diálogo entre disciplinas.

Una obra de Isabel Cuadrado.

Son dibujos tridimensionales que recrean el espacio y la ilusión de volumen mediante líneas rectas trazadas con hilo, que es uno de los materiales que utiliza habitualmente desde su tercera individual en la desaparecida galería Vértice, en 2009. Este trabajo acorde enlaza con un cierto universo femenino, en la onda de artistas mayores como Soledad Sevilla, y tiene que ver con lo recogido y lo íntimo, a la vez que reivindica sin complejos atribuciones de la propia identidad de género, en el caso de la ovetense con más desparpajo e ironía, como cuando hizo pender de la cabeza del público asistente unas tijeras de alfayata, en celebrada intervención en el Palacio de Toreno de Oviedo, al exponerse en 2018 la colección de arte de la Sociedad Protectora de La Balesquida, debida a Alberto Polledo.

También es artista del tiempo, puesto que Isabel Cuadrado incorpora desde que pasó por la Academia de España en Roma, en 2007, y mostró luego en Espacio Líquido de Gijón, mecanismos de relojería a su trabajo, que hacen girar plumas y otros objetos a ritmo de segundero, en un “tempus fugit” que incita al “carpe diem”, con una cadencia que no es nada tensa, sino que, por el contrario, invita a la contemplación casi hipnótica, posesiva. En esta ocasión, hay una pieza de pared, que en un momento dado marca la perfecta sincronización con las líneas móviles del interior del cuadro, con independencia del punto de vista, de una serie de agujas en marcial formación en la que una de ellas muestra su desacuerdo y varios relojes de plumas de ave, que dan vueltas sobre un fondo menos neutral, más pictórico, hecho en aguada de tinta y con todas las posibilidades formales y de gradaciones que permite la escala de grises, a tono con la austeridad con la que visten algunos pájaros. La plasticidad es más lírica que otras veces, en que la carga era más subversiva y quizá por eso tuvo el reconocimiento del Centro Gallego de Arte Contemporáneo o el Museo de Bellas Artes de Asturias, en cuyos fondos figura.

Es una lástima que una exposición como esta, con pocas obras si se quiere, pero de una artista que ha vivido y trabajado con becas de residencia en Belgrado, en el Centro Frans Masereel de Bélgica o el Fiskars AIR de Finlandia, además de la ya citada Ciudad Eterna, tenga poco vuelo por las restricciones y quede encerrada como en una jaula. Precisamente, las coordenadas XYZ, que señalan los tres planos de representación en un espacio ideal conforme al sistema euclidiano, son también las que establecen el límite y en su infranqueabilidad teórica dificultan la posibilidad de una escapada, aunque merezca la pena.

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