Los hermanos Nacho y Sergio García Pevida, ovetenses, de 43 y 34 años, respectivamente, son dos percusionistas imprescindibles en la escena musical asturiana. Durante el confinamiento, parieron un disco que lleva por título "Korima Latin", un trabajo refinado, con mucho arreglo, que hicieron realidad junto con el pianista Fernando Chacón y con el contrabajista René Ispierto. Pero ese es solo un paso más en su carrera, en la que han participado en la grabación de 150 discos de todo pelaje. Sergio, además, ha sido fichado por la firma Pepe Leiva, una referencia mundial del cajón flamenco, para promocionar sus productos. La firma cordobesa se quedó deslumbrada con la maestría que este asturiano tenía con el soniquete flamenco. Nacho García Pevida recibió el último premio AMAS en la categoría de "Otros instrumentos".

Sergio y Nacho García Pevida Muel de Dios

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Muelología 113: Sergio y Nacho García Pevida (Percusionistas) - 1 imagen 10 palabras

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Dos hermanos al compás

Su padre, Rodrigo, era pianista de la orquesta "Los Parry’s", que allá por los años setenta y ochenta del siglo anterior debió de batir el récord mundial de valses nupciales en el restaurante ovetense La Gruta, donde tocaban al término de los mil y un banquetes de boda que allí se celebraban. Sergio y Nacho, los hijos del pianista, tenían la música siempre en casa -recuerdan que su madre, Mari Cruz, les ponía la sexta sinfonía de Beethoven para dormir-, pero su verdadera vocación, la percusión, llegó de Cuba. Fue Nacho, el mayor de los hermanos, quien volvió de un viaje a Cuba con unos bongos bajo el brazo y contagió a su hermano Sergio, nueve años menos, que por entonces tendría 11 de edad. Y tan profundo fue el contagio que solo cinco años después Sergio ya estaba viviendo profesionalmente de la percusión. La vida de ambos, desde entonces es el jazz, la bossa nova, la salsa y, en general, todos los ritmos latinos. O casi todos.

-No puedo con el reguetón. Siempre es igual, es como un clavo en la cabeza.

Lo confiesa Nacho, el mayor, a quien la música regaló una vida en Miami, adonde viajó regularmente durante muchos años con integrantes de la tuna de Oviedo para tocar en el restaurante Casa Juancho, de la calle 8. Durante el confinamiento -durante el primer confinamiento- el ritmo de los Pevida tuvo que detenerse, como el de cualquier español. Entonces Sergio descubrió que la vida puede llevarse a un compás más lento, que uno puede ser "millonario en tiempo" y suena mejor.