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ENTREVISTA
Ángel Guache Poeta y músico

“La poesía es una droga de mí mismo, destello y trance”

“Escribo desde el escepticismo y la dispersión, teniendo en cuenta el absurdo de existir”

Ángel Guache, en el estudio de grabación. | LNE

Es el último punky. Él dice que “porque la voz no me da para más”, pero sus voces son como los caminos del Señor. A veces es una y a veces trina. Su obra poética y musical puede ser un golpe en la boca del estómago o una caricia en la nuca. El luanquín acaba de publicar “Cantos para ballet bufo” (Hiperión), una antología en la que se incluyen poemas de “Su realismo” (2004), “Antimundo” (2007), “Umbro” (2009), “La mirada del geómetra” (2010), “Tangas, tangos… y otros mangos” (2011) y “Ruido cósmico” (2014).

–¿Una compilación de 25 años de poesía, como es “Cantos para ballet bufo”, es una revisión de todo lo pasado o es un salto al futuro?

–Lo que tienen en común los poemas de este libro es un humor muy personal. Y lo digo así de claro. Se muestra una selección del trabajo realizado en ese periodo de continua metamorfosis. Anteriormente, en 1999, se publicó una antología que eran poemas y canciones de un humor más directo y gamberrete. Cuando era pintor, hasta que no hacía una exposición y veía la obra colgada en la galería, me resultaba difícil dar un salto hacia algo nuevo (en la última evolución llegué al blanco y dejé de pintar). Aquí tal vez pasa lo mismo, puede ser una revisión de lo hecho para poder pasar página y avanzar.

–Usted ha experimentado todos los “ismos” posibles, todas las vanguardias imaginables, pero su obra destila clasicismo, hasta el punto de concluir con una cita de Quintiliano.

–Se trata de expresar la vida, lo interesante es mostrar todas sus caras. Con humor e intensidad. Una liberación vital fuera de cánones e imposiciones. En el espacio poético es necesario crear un mundo donde aparezcan el mayor número de puntos de vista, lo diurno y lo nocturno, lo claro y lo oscuro, lo real y lo imaginario, el día a día y sus sentimientos, pero también lo onírico y alucinatorio, la risa y el drama, lo sublime y lo vulgar, belleza y fealdad. Un universo poliédrico, de múltiples miradas, expresado de una forma cómica y trágica, con humor e ironía, parodia, autoparodia, sátira, melopea, esperpento… Que indague, sin inhibiciones ni autocensura, en lo más profundo del alma humana. Me interesaron mucho las vanguardias, pero también la poesía popular y todo el Siglo de Oro.

–Advierte que estos cantos deben ser recitados en voz alta de forma enloquecida. ¿Cree que esto es aplicable a toda la poesía?

–La mayoría están ideados como pequeños poemas escénicos para ser interpretados de una forma enloquecida, entre el canto y el recitado, por un histriónico tragicómico rapsoda. Son frenéticamente intensos y liberadores en su enfebrecido arrebato. Tuercen y retuercen el lenguaje, como dice el soneto/canción “La palabra”, para llevar la expresión a su límite bufonesco, es verdad, pero con intensidad, ironía y desgarro. Escribo desde el escepticismo y quizá también desde la dispersión, teniendo en cuenta el absurdo de existir, que es ir de la nada a la nada. Nuestros actos, en ese camino absurdo, son los que van construyendo nuestra identidad. Y en ese proceso a lo que tenemos que tender es a la libertad de pensamiento y acción. Por eso hay que intentar vivir con intensidad y esa es la razón de crear poemas que sean liberadores e intensos.

–Aventura en uno de sus poemas que llegará una época alucinada tras ese universo que agoniza, ¿serán otros felices años 20 (con todas las distancias)?

–En las últimas décadas está agonizando un mundo, un tipo de vida, y el panorama que se presenta es de total incertidumbre y muy alucinado –en sus causas también interviene el mundo digital–. Mi interpretación humorística de todo eso está en varios poemas, en el que cita y muy especialmente en el que cierra el libro y el recital, “En trance: Alucinaciones flacas y gordas”.

–Los cantos son sátira, ironía, pero por encima de todo, crítica. Hay infinidad de referencias religiosas en sus poemas, pero también hay referencias a la religión imperante, la de la felicidad, y usted mantiene que “uno se autosugestiona y es feliz”.

–Sí, hay un poco de todo, y en esa última frase me río de los libros y gurús de la autoayuda. Por otra parte, las religiones, como los mitos, están en el inconsciente colectivo. La poesía es un misterio que crea mundos y expresa estados de ánimo, sensaciones y emociones. En mi última etapa defino la poesía como droga de mí mismo, destello y trance. Un acercamiento a lo inefable. Estamos presos en los límites del lenguaje y la poesía puede traspasar esos límites, ésas barreras, a través de la interiorización, guiados por el instinto. La poesía puede dar acceso a otra realidad al expandir la mente.

–¿La vida secreta de Ángel Guache, es la vida secreta de cada uno de nosotros? ¿Quién de todos los Ángel Guache que aparecen en ese poema es el único y verdadero?

–El poema “Befa y retahíla de la tragicómica y espectacular vida secreta de Ángel Guache” está en clave de humor disparatado, y sí, creo que se puede aplicar a cada uno de nosotros. Somos tragicómicos, ridículos, grotescos, esperpénticos…, querámoslo o no. Y más aún los que presumen de “serios”. Creo que soy todos los personajes que aparecen en ese poema.

–Si Blas de Otero dijo “escribo como escupo”, usted dice que habla como los estropajos y las colillas.

–Blas de Otero, curiosamente, aparece en un soneto que publiqué hace tiempo. Cuando digo que hablo de esa forma lo digo desde el humor, me refiero a que estoy en el plano democrático de la gente de la calle. No escribo para otros poetas. Lo dije en otras ocasiones: si un día me dieran un premio me preguntaría en qué fallé.

–“Cantos para ballet bufo” es una selección de poemas y de letras de canciones, ¿hay diferencia?

–Por una parte están las letras de canciones –generalmente no funcionan como poemas– y por otra los poemas que están pensados para cantar, o que aunque no lo estén se les puede poner música (tenemos los ejemplos de Serrat y Paco Ibáñez, que hicieron un estupendo trabajo de recuperación de poetas). Y luego hay poemas que al no tener ritmo, o bien por ser muy prosaicos o por otras circunstancias, como la excesiva delgadez, son difíciles de llevar al plano musical. Mi primera grabación, en 1972, con la colaboración de Ciganda, fue de poemas con música electroacústica. Siempre pensé que la poesía está relacionada con la música de una forma natural.

–¿Su música con Marcelo Pull es esa declamación alocada de su poesía, es una forma de hacer reales sus versos o es simplemente una apelación a la diversión?

–Es una forma de sacar a la poesía a pasear, a que se airee. En los primeros discos utilizábamos letras de canciones, panfletos…, luego fuimos introduciendo poemas en cada disco. La música puede potenciar el texto, puede darle nueva vida, agranda el sentimiento, abre más el corazón. No tengo prejuicios con la música, puedo apreciar la más sutil y también la más chatarrera, siempre que esta última tenga su dosis de buen humor. Marcelo es un gran guitarrista y un excelente productor, nos entendemos a la perfección, hacemos un rock literario liberador y que a la vez, como dice, estimula la diversión. Acabamos de sacar disco, “Ojo de huracán (30 sonetotes)”, y estamos grabando el octavo.

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