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tinta fresca

El dios Thor espera en casa

Ledicia Costas ajusta cuentas con el pasado en “Golpes de luz”, un viaje de regreso al dolor y la infancia

Libros

Ledicia Costas tenía asuntos pendientes. Por eso escribió “Golpes de luz”. Habla de “ese tipo de asuntos que tienen que ver con el pasado, con el dolor y con ese lugar llamado infancia. Ahí donde suceden cosas que se enquistan y se quedan para siempre debajo de la piel, latiendo como el corazón en una herida. Tuve que decidir cómo condensar en una sola novela todo lo que quería contar: el paso del tiempo, los secretos del pasado, el peso de los cuidados sobre los hombros de las mujeres, el acoso escolar, la demencia, el divorcio, la heroína, la incomunicación, las mentiras, el miedo… Y el dios Thor”.

 Todo ese material incandescente a través “de tres voces radicalmente diferentes, como una especie de puente entre generaciones. Mi apuesta era una novela llena de ternura y esperanza, pero también una novela donde lo indecente estuviese todo el tiempo al acecho, igual que un animal que persigue a su presa. Por encima de todo, tenía que ser un libro de verdad. Un libro con personajes auténticos. De esos que mientras lees piensas: ‘cómo entiendo esto que estás viviendo y cómo me está doliendo’. Así nacieron Luz, Julia y Sebas”.

Veamos: “Una abuela obsesionada con su martillo, una hija que se acaba de divorciar y un nieto que está convencido de que su abuela es Thor. En realidad, debajo de esta capa, hay otras mucho más complejas. Porque la abuela fue abandonada por su marido, que un día se marchó sin despedirse. La hija se crio sin saber qué había sido de su padre, y ese trauma la devora por dentro. Y el nieto es nuevo en un colegio donde se siente rechazado y en su mundo hay cosas que no terminan de encajar. Algunas le hacen daño y otras alimentan sus fantasías, creando un universo mágico. Me atrevo a decir que este es un libro de personajes. Ellos son los que marcan el pulso de la historia, los que tiran de la trama de manera natural, como quien coge el extremo de la lana con la punta de los dedos y va deshaciendo un ovillo. Adoro esos libros que te arrancan del mundo real y te llevan de la mano a un lugar en el que te sientes en casa. ‘Golpes de luz’ es exactamente eso: una vuelta a casa”.

Nació en un barrio “donde los muros tenían agujeros. Los camellos metían allí las dosis que luego cogían los chavales. Cambiaban heroína por dinero y llenaban los campos que rodeaban nuestras casas de cucharas y limones. Era muy triste ver cómo se iban perdiendo poco a poco dentro de aquella ropa que cada vez les quedaba más grande. Eso me impresionaba especialmente: observaba cómo encogían, cómo se hacían pequeñitos hasta desaparecer por completo. Un día, de repente, ya no estaban. Sus madres, vestidas de negro, llenaban los cementerios de flores. Siempre me ha parecido doloroso ese contraste. Quería hablar de todo esto, pero sin lágrimas. Con dulzura, con luz y con la mirada puesta en el futuro”.

Con golpes de luz.

Con golpes de luz.

Golpes de luz

Ledicia Costas

Destino, 288 páginas, 18.50 euros

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