Jorge Nava nació en Gijón, pero toda su familia, hasta donde él conoce, es de Bimenes. "La verdad es que no viajaron mucho", bromea. No era mal estudiante, pero las clases no le interesaban en exceso hasta que descubrió la plástica en la ESO. Todo cambió. Hizo el Bachillerato Artístico, donde conoció a algunos de sus mejores, como la cineasta Elisa Cepedal o el fotógrafo y "Pulitzer" Manu Brabo. Luego estudió Bellas Artes en Bilbao. Comenzó a exponer en 2007, cuando logró el primer premio de la Muestra de Artes Plásticas de Asturias. Desde entonces acumula numerosas muestras y distinciones. Su obra forma parte de destacadas colecciones como la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Nava está ahora asentado en la abstracción pictórica y acaba de protagonizar, en la galería Alzueta de Barcelona, su primera exposición individual fuera de Asturias.

Jorge Nava (pintor) Muel de Dios

Hacia la tranquilidad

Ha pasado por muchas etapas en la pintura, pero ahora que va a cumplir 41 años -igual también son cosas de la edad- dice que se encuentra cómodo en la abstracción, que tiene mucho campo aún por explorar, pero que está convencido de que pintar es ir desprendiéndose de cosas y más cosas. Por eso, en su última exposición sus cuadros repiten un único y simple motivo. Todos son "punto y línea sobre plano". La pintura, para Jorge Nava, es aquello de lo que no se puede hablar, aquello que hay que ejecutar y percibir a la manera más primitiva posible, aquello que se siente.

-Me voy quedando con lo mínimo, concentrando el lenguaje. La pintura es mi manera de estar en el mundo y quiero que la vida sea tranquila, sencilla, quiero simplificar. No quiero contar películas, no quiero ser un charlatán, no quiero elucubrar.

-¿Qué tal llevó el primer confinamiento de la pandemia?

-Pues me sentó bien. A mí me molesta el ruido humano, y todo eso se detuvo. Se paró el bullicio de la ciudad y eso sirvió para frenar muchas inercias por las que nos estábamos dejando llevar y que nos estaban haciendo vivir de una manera un poco absurda.

En el retrato que Muel hace a Jorge Nava, el pintor aparece ante una de sus últimas obras. Negro monocromo. Total ausencia de color. Sigue el viaje hacia la desposesión.