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Bernardo Atxaga, en 2020Jorge Gil

La extrañeza de las emociones

“Desde el otro lado”, de Bernardo Atxaga, puede inscribirse en el territorio mítico de Obaba

A la naturalidad, cuando no a la sencillez, de la escritura de Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 1951) habría que añadirle la extrañeza que sus narraciones despiertan en el lector, así como una serie de constantes que han hecho del autor de “Obabakoak” (1988) referencia inexcusable de la literatura contemporánea, no solo vasca. En este sentido, el exotismo, los afectos, la no distinción entre lo real y lo irreal, la causalidad mágica y una férrea intención de querer contar sus historias desde una oralidad primigenia cargada de personajes y espacios simbólicos juegan un papel decisivo en su poética narrativa. “Desde el otro lado”, libro de cuatro cuentos, puede inscribirse en la geografía literaria de corte fantástico del territorio mítico de Obaba.

“Dos hermanos”, que ya se había publicado en 1985, es más una novela corta que un cuento en sentido estricto. La vida de dos hermanos, Paulo y Daniel, es el eje de esta historia contada por los distintos narradores: el pájaro, la ardilla, la serpiente, la oca y la estrella. En las diferentes estaciones del año cada narrador explica la historia de los dos hermanos con ecos faulknerianos: el peso brutal que se ha de soportar cuando el sacrificio del inocente es la voz antigua de la naturaleza.

Este libro libera un determinado lenguaje, el que hace posible leer una primera frase increíble en “La muerte de Andoni a la luz del LSD”: “El cielo estaba oscuro aquel día, hace exactamente ochocientos mil años”. Un cuento que aúna todos los tiempos del mundo en una narración con la fuerte intensidad de un fanatismo ingobernable.

El lector tiene la saludable sensación de que en este libro se está delimitando de una manera muy libre lo real y las distintas maneras de mapear esa realidad, tejida por la unión de los opuestos: la vida y la muerte, el mal y el bien o la seriedad y la risa popular, tan presente en el libro. De ahí que sea posible leer una “Conferencia sobre la vida y la muerte en el cementerio de Obaba-Ugarte” como la defensa a ultranza de la muerte como única condición y señora absoluta de la vida. Y es por eso que el doctor Mortimer puede preguntar: “¿Quién, en su sano juicio, desearía abandonar la dulzura narcótica de la muerte y volver al mundo ‘cane’?”.

El último de los cuentos, “Un crimen de película”, es un relato de intriga sobre una extraña muerte, pero es también el dolor por el mundo animal, contracara con el primero de los cuentos. Si en aquel los protagonistas eran animales con un evidente significado religioso situados en el universo de Obaba, en este es el mundo de un búho, figura que representa la sabiduría, en Nevada, pero ambos participan de la misma matriz narrativa, aquella que ha hecho de Atxaga un escritor capaz de sostener un mapa emocional de las soledades, las fatalidades y las fragilidades del hombre en una literatura cuya geografía imaginaria sostiene los entresijos entre naturaleza y cultura.

Desde el otro lado  

Bernardo Atxaga

Alfaguara, 216 páginas, 17,90 euros

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