Sobre lo que no se puede expresar con palabras

Queda un sabor un tanto agridulce en la visita a la Galería Cornión para disfrutar de los nuevos trabajos de Miguel Galano, y conversar con Amador Fernández e Isabel de la Rosa, sus propietarios, ante su última propuesta expositiva. En estos más de cuarenta años, atentos y profesionales, han apoyado y apostado siempre por el arte contemporáneo, especialmente el realizado por artistas de la región. Solo ellos saben lo difícil que es mantener un espacio expositivo en los tiempos que corren. Las galerías son de los pocos lugares donde se puede tomar el verdadero pulso a la creación artística contemporánea, distantes de protocolos e intereses propiciados desde "lo institucional"; es en ellas donde el arte y la realidad se encuentran cara a cara, donde la creación plástica se muestra viva, y donde podemos hallar el presente y vislumbrar el futuro del panorama artístico.

Amador e Isabel han decidido cerrar este ciclo con "Dibujos y cerámicas", propuesta de Miguel Galano compuesta por una amplia selección de obras, en papel y cerámica, en la que advertimos una gran uniformidad técnica y formal, acentuada por sus reducidos y similares tamaños. De este modo, a lo largo de las paredes, se conforma un friso continuo que mantiene una sobriedad cromática en la que el blanco mate tiene absoluto protagonismo. Estos pequeños formatos propician un acercamiento íntimo y silencioso, siempre característico en su pintura, pero que se ve potenciado aquí con la extrema sencillez de los dibujos. Unas pocas líneas conforman cada pieza, advirtiendo cómo, desde un trabajo de pura geometrización formal, se puede trascender a ámbitos de lo esencial y de lo emocional.

En el catálogo de la muestra se incluye un fragmento del texto que en 2011 Rubén Suárez escribió para la muestra "Dibujos de línea" en la sala de As Quintas, A Caridá. De hecho, Miguel Galano dedica la muestra a este crítico de referencia para muchos creadores del ámbito asturiano, pero también para mí como teórico de arte. Extraigo de él estas palabras referidas a aquella exposición: "Estos pequeños dibujos poseen en su sutil poética de lo mínimo un lirismo espontáneo difícilmente explicable que constituye un enigma apasionante", reflexión que recupero ahora, pues el artista lleva tiempo indagando y profundizando en esa búsqueda de lo esencial, esta pulsión interior controlada por la regla, y ese trazo, de apariencia fría, pero de profunda sensibilidad.

Recientemente, en una charla a propósito de Giorgio Morandi recordé esa estirpe de artistas capaces de trasladarnos desde la pureza de las formas hasta estados de contemplación y trascendencia. Me viene a la memoria el pintor navarro Juanjo Aquerreta, que ya en su momento el crítico y escritor Juan Manuel Bonet puso en relación con nuestro pintor. Es desde la mesura, desde esa medida y proporción que el orden geométrico y matemático contiene, desde donde nacen estas obras que ahora contemplamos. Decía el pintor italiano, que el pensamiento de Galileo latía dentro de él, que el libro de la naturaleza estaba escrito con formas matemáticas y geométricas, y que las sensaciones que suscita el mundo visible, que es un mundo de formas, son muy difíciles, cuando no imposibles, de expresar por medio de palabras, pues vienen determinadas precisamente por las formas, los colores, el espacio y por la luz.

Este es el lenguaje actual de Miguel Galano, el de la rotunda simplificación de las formas realizadas con regla, el de la serena desnudez de la osamenta de las cosas en la que se prescinde de todo lo superfluo, salvo algún gesto caprichoso de la naturaleza. Los dibujos sobre papel son exquisitos y poseen la inconfundible impronta del autor, también su iconografía más característica. Se equilibra en ellos el mundo racional traducido a unas pocas líneas arquitectónicas, con la irregularidad de troncos y copas de árboles resueltas mediante sobrias manchas de color.

Realmente singulares son sus piezas cerámicas, ámbito poco conocido del autor y que ha venido desarrollando estos últimos años con la colaboración de los ceramistas Miguel Carrascal y Elías Colinas. Son dibujos impresos en el barro que profundizan en el mundo de la geometría y en la contundencia de un trazo que, en ocasiones, es limpio y preciso y, en otras, mantiene las rebabas sobrantes de los surcos, introduciendo algún efecto gestual y expresivo a la manera de los grandes maestros del grabado. Como en los dibujos sobre papel, el blanco domina las superficies con sutiles efectos irregulares que aportan una poética pátina temporal y que recuerdan que el territorio del arte, aquel que provoca temblor y emoción, ya en sus orígenes estuvo ligado a los elementos de la naturaleza.

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