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"Interior 1958".

arte

El legado de Valdediós

La familia de Joaquín Rubio Camín hace otra generosa donación al Museo Jovellanos

En 1975, el escultor Joaquín Rubio Camín decide volverse de Madrid a Asturias después de veinticuatro años. Fue por motivos personales, y con cierto sacrificio profesional, pero, como él mismo afirmó en alguna ocasión, nunca estuvo en Madrid del todo, pues allí seguía funcionando como si nunca se hubiera marchado. Apenas salía del estudio o de la fundición, donde trabajaba durante doce horas, y el trajín de la gran ciudad sólo le afectaba una vez cada tres o cuatro meses, cuando había algún acto o inauguración importante. Uno de sus amigos arquitectos, José Ramón Miyar, le había regalado una panera que había colocado en Valdediós (Villaviciosa) y, cuando decidió irse de Madrid, junto al monasterio milenario construyó una casa-estudio-taller y se instaló allí para siempre.

Tras su fallecimiento en 2007, en Valdediós dejó más de tres décadas de intenso trabajo y buena parte de su producción anterior. Su viuda, Carmen Díaz Cotera, y sus hijas, Mónica y Verónica Rubio Fernández, ante el reto que suponía la conservación de tan ingente legado, decidieron efectuar una generosa donación al Museo Casa Natal de Jovellanos de Gijón, compuesta por 63 esculturas y 32 maquetas de madera, junto a otras quince piezas dejadas en depósito que refuerzan la estrecha relación que mantuvo Joaquín Rubio Camín con la ciudad en la que había nacido en 1929 y con su museo municipal, en el que además se conservan sus bocetos y su no menos importante archivo fotográfico. A ellas se añaden además diez cuadros pertenecientes a su etapa pictórica inicial.

La escultura "2000".

En Valdediós, Camín desarrolló la que quizá sea su mayor aportación a la escultura, como es la aplicación de principios rigurosamente abstractos a la talla en madera, un material con el que dio lo mejor de sí, al enraizar su obra, hecha de roble, castaño y cerezo, con el espíritu de su comunidad, lo que la dotó de una mayor autenticidad pero también redujo su proyección artística, que al final quedaría ceñida casi exclusivamente al ámbito local. Camín ya había empezado a utilizar la madera poco antes en Madrid, en creaciones formalistas sin apenas referencias a su origen natural, pero fue en Asturias donde trató de desvelar la verdadera naturaleza de una materia viva cuyas cualidades potenció mediante la intervención directa en la madera-árbol.

En Madrid, adonde se había trasladado en 1951, tras haber liderado, junto a su buen amigo Antonio Suárez, el proceso de renovación plástica del arte asturiano de finales de los años cuarenta, alcanzó el éxito primero como pintor de arrabales urbanos que en su esquematismo matérico, figuración geométrica y sorda paleta, con algo de reverberación metafísica en contextos sociales, le valieron el Premio Nacional de Pintura en 1955.

En 1961 se pasó totalmente a la escultura, con la que conseguiría los mayores triunfos de su carrera, como su participación en las Bienales de São Paulo y Venecia o su inclusión en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. Siguiendo la estela constructivista, el artista gijonés exploraría todas las posibilidades conceptuales y expresivas del angular de acero, en un interesante trabajo de forja y desocupación ensombrecido por el mayor éxito logrado internacionalmente por otros escultores españoles contemporáneos, de presupuestos estéticos similares.

"Dos mesas con frutas".

La exposición que ahora muestra el legado quiere hacer patente la importancia del conjunto, al tiempo que ofrece una amplia perspectiva sobre la trayectoria del artista. Aunque se extiende por todos los espacios del museo, en un pretendido diálogo con la colección permanente, donde mejor se aprecia es en las dos salas de la primera planta dedicadas enteramente a la obra de Camín, en las que están los cuadros al óleo y ejemplos de los diversos caminos tomados por el artista en su investigación espacial y que fueron desarrollándose y superponiéndose en su trabajo como escultor, desde materiales metálicos de desecho o los angulares de acero hasta sus "esculturas-trofeo", creadas como premios para diversos certámenes. También su obra de los años noventa y el nuevo siglo, cuando comienza a emplear la barra y la chapa de acero en construcciones espaciales que aluden de manera directa a la arquitectura.

Gracias a esta nueva donación es posible reconstruir casi al completo esta figura clave del arte español de la segunda mitad del siglo XX. Es de esperar que su aportación, gracias entre otros a la catedrática María Soledad Álvarez, pueda servir para superar la modestia y la indiferencia orgullosa en la que se instaló Camín en sus últimos años, tanto en su Gijón natal como en su paradisíaco refugio de Valdediós, y que demuestre que su obra sigue viva y pertenece a uno de los principales escultores españoles de su generación.

Camín 

Museo Casa Natal de Jovellanos, Plaza de Jovellanos s/n, Gijón. Hasta el 26 de febrero

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