El imperio de los sentidos estéticos: una divulgación

Christopher Kul-Want, profesor de Bellas Artes, y Piero, experimentado ilustrador, embarcados juntos para compendiar la historia de la estética

Silverio Sánchez Corredera

¿Qué sucede cuando en una audición musical, en una representación dramática, en una inmersión literaria, arrebatados en una danza o en una contemplación de formas somos envueltos y sobrecogidos y poseídos estéticamente? Todo el mundo, o casi todo el mundo, lo sabe. Sucede que estamos en posesión de una de las experiencias de mayor calidad humana posible. Aunque no sepamos explicarlo. Como tampoco es fácil explicar por qué determinado arte conmociona con fuerza a alguien mientras a otro, al lado, le deja totalmente indiferente o incluso le causa hastío.

Dos grandes vías esenciales se abren en el mundo que habitan los humanos. La vía de lo que cabe ser ordenado, jerarquizado, correlacionado, estructurado, matematizado, esto es: racionalizado; y la vía que se hunde en un extraño trasfondo, el del imperio de los sentidos estéticos. Es como si pudiéramos acceder a dos tipos de sentidos, el de la significación, que tiene que ver con la verdad de los lenguajes y de la verdad eidético-matemática, y, por otra parte, el sentido que se conforma en las experiencias artísticas y estéticas, un sentido que no se deja poseer por la matemática (a pesar de esos curiosos cruces de caminos, como es el número áureo) y que tampoco se resuelve en simples relaciones de verdad (o falsedad) entre las palabras y las cosas.

Con toda esta introducción que traduce mi forma de entender los temas estéticos –en consonancia especialmente con la teoría de Urbina, catedrático de Estética y creador de la "estromatología" fenomenológica–, cabría pensar que es el imperio de la racionalidad el que gobierna sobre lo verdadero y lo falso, y que el imperio estético nada tiene que ver con la "verdad", sino que actuaría tras otros objetivos (como la belleza, la armonía, etc.). Sin embargo, entenderlo así sería entenderlo a medias y, en definitiva, mal, según el enfoque estromatológico (o de los niveles de realidad humana). Porque la estética resuelve también otro tipo de "verdades", que tienen que ver con el correcto o idóneo funcionamiento del potencial humano (la "verdad" estética), de tal manera que sin esto todo lo demás se descoyuntaría y no habría en definitiva tampoco posibilidad de verdad "racional".

Pero vayamos del encuadre personal al análisis del libro apuntado ¿Qué es lo que el profesor de la Universidad de Artes de Londres Christopher Kul-Want nos presenta en la publicación que reseñamos? En realidad, se trata de una historia de la filosofía orquestada desde la estética. Y, claro, el debate sobre si se trata de la verdad o de la belleza o de una cierta catarsis interior o de la expresión de un orden superior divino o de un saber mimético que une al hombre con la naturaleza, etc., va trenzándose en el discurrir de las teorías de Platón (427-357 a. C.), Aristóteles (384-322 a. C.), Agustín (354-430) o Alberti (1404-1472), pasando por Kant (1724-1804), hasta llegar a las teorías estéticas contemporáneas… Algo sucede en el siglo XIX y aún más radicalmente en el XX: el sujeto creador (o receptor) estético deja de funcionar como una unidad (que lo era por la mediación de dios, de la naturaleza o de una subjetividad trascendental) y tras el influjo de la deconstrucción del Sujeto clásico llevado a cabo por Marx, Nietzsche y Freud, el ego del genio (o del esteta) queda atravesado por la historia, por su sociabilidad, por su alienación, por su inconsciente o por su estructura interior fragmentada, y la tarea de encontrar continuamente nuevos anclajes se impone por sí misma, así la pérdida del aura, la abstracción, el arte por el arte, el situacionismo, el minimalismo, el auge del pastiche o de la parodia, etc. y las múltiples, dispares y enfrentadas teorías estéticas, desde Kandinsky, Matisse, Brecht, Benjamin, Adorno, Heidegger… hasta Sartre, Lacan, Baudrillard, Barthes, Deleuze y Kristeva, entre otras muchas interpretaciones, todas en disputa, aunque todas igualmente ocupadas en encauzar el sentido (o a veces la constatación del sinsentido) de una estética sin sujeto; porque en todo caso este sujeto no está unificado sino fragmentado y no dueño de sí, disuelto el sí mismo en múltiples anclajes. Esta es en síntesis la perspectiva adoptada por Kul-Want, ilustrada por Piero con las sugestivas caricaturas de los principales protagonistas, lo que da de este modo importancia, en definitiva, a los verdaderos sujetos de carne y hueso, que han aportado su perspectiva y solidificado una concreta contribución sin la que el conjunto del mural no podría ser.

El libro –de divulgación, conjugado con texto e ilustraciones– puede leerse de dos maneras (al menos): como quien se inicia en los temas estéticos (por ejemplo un estudiante o un autodidacta) y se asoma a múltiples escenarios explicativos y a su riqueza histórica, para empezar a comprender un poco esta experiencia tan común, tan próxima y tan escurridiza; y como quien, conociendo ya la temática, evalúa la mayor o menor consistencia y acierto de sus necesarias síntesis apretadas y de la historia general resultante. Me atrevería a apuntar que leído de esta segunda manera es aceptable (y hay que reconocer que el necesario sesgo interpretativo es bastante evidente) y que leído bajo el primer modo puede considerarse un libro interesante y aun sobresaliente.

Estética guía ilustrada

Estética guía ilustrada

Estética, una guía ilustrada

Christopher Kul-Want y Piero

Tecnos, 192 páginas, 12 euros

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