La Duquesa de Devonshire, una aristócrata nada rancia

Deborah Mitford homenajea en sus memorias a su singular familia y da una lección de historia sobre la atribulada Gran Bretaña del siglo XX

Mariola Riera

Mariola Riera

Salvando las distancias (muchas) y obviando la (sabia) advertencia de que las comparaciones son siempre odiosas, hay que decir que "¡Esperadme!" de Deborah Mitford (1920-2014) es algo así como "El mundo de ayer" de Stephen Zweig. Y con eso podría estar todo dicho sobre un libro de memorias que la Duquesa de Devonshire Deborah Vivian Cavendish (su apellido tras casarse con Andrew, el undécimo duque) escribió cuatro años antes de morir. Su funeral se recuerda en todo Reino Unido porque al mismo tiempo que se enterraba a la popular y querida noble –en un elegante ataúd de mimbre cubierto de flores silvestres– se enterraba también un mundo de ayer, el de la aristocracia y los grandes terratenientes de la campiña británica con sus privilegios, su saber estar y su gusto por el buen vivir. Algo que nunca volverá, o no de aquella forma.

Las crónicas echaron mano en su día de la célebre serie "Downton Abbey" para describir las exequias, que tuvieron lugar en Chatsworth, la fastuosa propiedad de los Cavendish en Derbyshire. Fue un cortejo fúnebre acompañado por los más 600 empleados de la mansión (cocineros, jardineros, limpiadores, agricultores, choferes) y encabezado, junto a la familia, por el entonces príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, y su mujer Camila, amigos de los Cavendish.

Lástima que Debo (como la llamaban con uno de los muchos apodos que inventaban en su familia) no estuviera allí para contarlo ella misma con el ágil estilo y detallismo que despliega en "¡Esperadme!", un libro que bien podrían ser dos y hasta tres distintos: un "monumento" a su singular y excéntrica familia, los Mitford; una historia resumida de toda la grandeza y la miseria con las que Gran Bretaña transitó por el siglo XX; y un manual agrícola del trabajo, tradiciones y peculiaridades de la campiña inglesa.

Hay tantos libros en estas memorias como Debos. Fue la sexta niña, última hija, de una familia de siete hermanos cuyos titulares deseaban que fueran todos varones. Sidney y Lord Redesdale solo tuvieron uno, Tom, fallecido prematuramente en la II Guerra Mundial. El resto, pocas presentaciones necesita. Ahí están las como poco controvertidas Diana y Unity, famosas por ser amigas de Hitler y simpatizantes de la causa nazi; la irreverente Nancy y la rebelde Jessica, ambas escritoras; y la (quizás) más sensata y hogareña Pam.

De las célebres hermanas Mitford sabe Debo describir y recalcar lo bueno, y contar discretamente, sin ocultar pero pasando de puntillas, lo malo. Nobleza obliga, que diría Nancy, y la sangre tira. Era la más pequeña y, por tanto, la depositaria de todas las bromas y desplantes de los mayores. Por supuesto no se libró de la indiferencia de sus padres, atónitos con una nueva hembra en casa. "En blanco. En el dietario de mi madre no hay nada escrito el 31 de marzo de 1920, el día que nací yo", empiezan las memorias en una de las mejores muestras de la personalidad de la autora y todas las Mitford: mordaces sin piedad, impertérritas ante la adversidad, de exquisita educación y maestras del humor. Y nunca rencor, más bien esa indiferencia típica de las clases altas: "Las hermanas estaban en casa y Tom en un internado cuando se dio tan decepcionante acontecimiento, más un funeral que un natalicio (…) La vida siguió como si no hubiera pasado nada…", remata sobre su nacimiento.

Quedan por delante más de 500 páginas en la misma línea, en las que se verá la transición de la pequeña Debo a la Duquesa de Devonshire. La mansión Chatsworth (donde está enterrada junto a Kick Kennedy, su cuñada y hermana de JKF) es su mejor legado, en tanto que demostró a la vieja y rancia aristocracia cómo sacar rendimiento a sus inmensas y hasta entonces devaluadas posesiones. Aristócrata, que no rancia, Debo abrió las puertas de la mansión a políticos, pintores, escritores, actores, modelos... La familia Kennedy, gran parte de los Windsor, Cecil Beaton, Lucien Freud, Paddy Leigh Fermor, Evelyn Waugh, primeros ministros, lores, duques… Gente muy dispar, como eran las Mitford.

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¡Esperadme!

Deborah Mitford

Traducción de María José Díez Pérez 

Catedral, 620 páginas, 22 euros

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