arte

Reserva espiritual para la recepción de la Gracia

El Museo de Bellas Artes de Asturias reconfigura su sala dedicada a Luis Fernández

"Paisaje" (1947), que fue propiedad de André Breton.

"Paisaje" (1947), que fue propiedad de André Breton.

Luis Feás Costilla

Luis Feás Costilla

Lo dice su actual director, Alfonso Palacio: el Museo de Bellas Artes de Asturias es la reserva espiritual de Luis Fernández, como podía esperarse con respecto al más importante pintor nacido en Oviedo de todos los tiempos. Ya lo fue desde sus comienzos, a principios de los años ochenta, cuando, dirigido entonces por Toto Castañón, realizó las primeras adquisiciones de su obra, como esa delicadísima rosa sobre una mesa, abocetada al óleo sobre cartulina hacia 1965, que es desde 1982 una de las joyas de su colección, a la que siguieron otras pinturas de su etapa surrealista y sobre todo dibujos, calcos y estampas, además de manuscritos y su archivo y biblioteca personal.

En 1984 acogió la gran exposición itinerante organizada para la Fundación Banco Exterior de Madrid por la galerista Nieves Fernández Ventura, artífice de que la compañía Telefónica se hiciera con la mejor colección del pintor existente en la actualidad en España, y colaboró en la edición de su fundamental catálogo, base de todos los estudiosos que hemos venido después, en el que se hallan recogidos los principales escritos teóricos de Luis Fernández, lo que escribieron sobre él autores contemporáneos de la talla de René Char, María Zambrano, Christian Zervos, René Menard, Victor Brauner, Ramón Chao o José Ángel Valente, textos póstumos como los de Gérard Xuriguera u Orlando Pelayo o publicados para la ocasión como el de Jean Cassou. En el catálogo, el recientemente fallecido Valeriano Bozal, gran conocedor también de Fernández, lo encajaba dentro de la categoría estética de la "sublimidad" y decía no entender que se le considere un artista "humilde", pues, más allá de los motivos que pinta, "hace falta mucha soberbia para hacer de lo insignificante una presencia insoportable de pura intensidad".

En 1993, con motivo de la exposición celebrada en el Palacete del Embarcadero de Santander, organizada por la Fundación Arte y Tecnología de Telefónica, el Museo de Bellas Artes de Asturias colaboró con el préstamo de obra y la edición de otro catálogo esencial, con testimonios de los discípulos de Luis Fernández en París, el pintor Xavier Valls y el escultor José Subirá Puig, y una cronología biográfica escrita por Miguel Lasso de la Vega, además de un segundo volumen del que fue autora María Fortunata Prieto Barral, con una apasionada semblanza humana y un apéndice documental con el testimonio de André de Wilde. Y finalmente, ya en 2008, la pinacoteca asturiana publicó, también en dos volúmenes, la tesis doctoral, dirigida por Javier Barón Thaidigsmann, del propio Alfonso Palacio, consagrado desde entonces como el principal especialista en Fernández, además de sistematizador de su trabajo y albacea de su legado espiritual y material, sobre todo a partir de la publicación en 2010 de su catálogo razonado por parte de la Fundación Azcona, con la contribución también del Bellas Artes.

luis fernández   Deux pigeons (c.1963 64). Museo de Bellas Artes de Asturias

luis fernández Deux pigeons (c.1963 64). Museo de Bellas Artes de Asturias / "Deux pigeons" (1963-1964).

Desde que fuera nombrado su director en 2013, y tras la ampliación de 2015, el Museo de Bellas Artes de Asturias dedica a Luis Fernández una sala propia de la colección permanente, la 22, enriquecida con nuevas adquisiciones como la única escultura conocida del pintor, que consideraba el estudio de la escultura como necesario, imprescindible, ya que es ella quien realmente constituye la forma, "siendo el dibujo sólo una figuración de la forma". También con las obras cedidas en depósito por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, como el paisaje bordelés adquirido en 2003 por el museo madrileño tras el desmantelamiento consentido por el Estado francés de la biblioteca y la colección de arte de André Breton, líder de los surrealistas y amigo y admirador de Fernández; o esa emocionante rosa en un vaso dedicada al doctor Robert Brocard, comprada en la feria ARCO en 2007. O con su fascinante retrato anamórfico adquirido en 2009, similar al que se mostró en la gran exposición celebrada por el Centre National d’Art Contemporain en el palacete Rothschild de París en 1972, con Luis Fernández todavía en vida, y que se denominó entonces como autorretrato, siendo el mismo personaje. Lo que permite aventurar que tanto el cuadro del Museo de Bellas Artes, una vez corregida su perspectiva anamórfica, como el retrato del Museo Nacional Reina Sofía realizado más o menos por la misma época y pintado en grisalla, a la manera clásica, con un instrumento de una sola cuerda entre las manos, que fue obra invitada en Oviedo en 2000 y 2018, son también autorretratos y sin duda representan al propio artista.

Todas estas obras se exhiben juntas en la gran retrospectiva del cincuentenario de la muerte de Luis Fernández que se celebra actualmente en la Fundación María Cristina Masaveu Peterson de Madrid, asimismo comisariada por Palacio, y que llegará en 2024 al Museo de Bellas Artes de Asturias, reforzada con más objetos, libros y papeles personales del pintor. Al ser tan exhaustiva, en su sala de la pinacoteca ovetense ha quedado una ausencia que se ha decidido cubrir con parte de su colección de dibujos, que ya fue mostrada al completo en otra exposición de 2001 catalogada por Alfonso Palacio. Son en su mayoría calcos sobre papel cebolla, como paso previo a su traslado al soporte definitivo. Como masón que era, Fernández concedía una gran importancia al oficio y no componía nada sin estudios preliminares suficientes, escrupulosamente pautados, que convertían el acto de pintar en un calvario y un éxtasis purificador que le obligaba a trabajar muy lentamente, hasta el punto de tardar meses o incluso años en terminar un solo cuadro. Todo como adecuada "preparación espiritual para la recepción de la Gracia", en un proceso que conducía a sus recurrentes series postvanguardistas (paisajes, palomas, cráneos con o sin velas, rosas únicas y vasos eucarísticos de vino con un trozo de pan) o que a veces se agotaba en el propio dibujo, como en ese retrato que antes se identificaba como del surrealista canario Óscar Domínguez y posteriormente de su líder André Breton.

luis fernández   Naturaleza muerta, 1950. Depósito del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

luis fernández Naturaleza muerta, 1950. Depósito del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía / "Naturaleza muerta" (1950).

Luis Fernández y el dibujo

Museo de Bellas Artes de Asturias, Edificio de la Ampliación, calle de la Rúa, Oviedo. Hasta el 14 de enero de 2024

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