"Bacon sin bacon", la novela que nos desnuda y nos abriga

En el libro de Fernando Beltrán, el poeta toma la voz del pintor, una voz que viene del más allá, que cuenta lo que le ha pasado y, sobre todo, cuenta lo que ha sentido

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Antonio Martínez Asensio

Escribir sobre "Bacon sin Bacon", un libro tan hermoso, tan terrible y tan luminoso, un libro que se lee con los pulgares clavados en las hojas, con la emoción contenida y a veces con los ojos cerrados, es muy difícil. "Bacon sin Bacon" es una novela esencial, profunda, conmovedora, en la que Fernando Beltrán nos habla de sí mismo a través de Francis Bacon, pero que, como su poesía, como la literatura, nos habla de nosotros mismos, de nuestros miedos, de nuestras búsquedas, de nuestros silencios. Una novela que te hiere, pero que inmediatamente te abriga.

Cuando la leí por primera vez fue como un disparo en el pecho. Pero lo peor (o lo mejor) es que cuando la lees por segunda vez sientes el mismo dolor, la misma presión, pero encuentras más cosas, como si hubiera muchos libros, uno debajo del otro, como si la lectura de las primeras líneas nos fuera descubriendo palabras escondidas que solo ves, que solo lees, la segunda vez. Es una novela donde lo que no se dice también termina siendo importante, porque como dice Fernando Beltrán, o Francis Bacon (con quien comparte iniciales), o Flaubert, el maestro de le mot juste, "si encontraras la palabra o la pincelada clave, la palabra o la pincelada exacta, callarías ya para siempre".

"Bacon sin Bacon" cuenta los últimos días de Francis Bacon, enfermo, en Madrid, en busca de su amante, y donde morirá, solo, o acompañado de una monja. Así ocurrió de verdad. Y en "Bacon sin Bacon", el pintor es quien le da la palabra al poeta, se pone en sus manos, porque el pintor desconfía de las palabras. El poeta toma la voz de Bacon, una voz que viene del más allá, que cuenta lo que le ha pasado y, sobre todo, cuenta lo que ha sentido y recuerda acontecimientos de su vida y reflexiona y rompe y grita y busca. Pero a veces, aparece Fernando Beltrán, se cuela claramente en la historia, la hace suya, y esos momentos son mis favoritos. Y otras veces ese poeta hace que se rebelen secretos del pintor, aunque el pintor no quiera, y hace que el pintor se enfade. "Cuento aquí algunas cosas, pero solo porque este extraño narrador, goliardo infame que se ha apoderado de mis últimos días, y cree estar justificado para hacerlo por haber vivido él también cerca de la muerte, empiezo a intuirlo, sigue tirando de mi lengua. Y algo mucho peor, de mis sentimientos".

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Fotografía de Fernando Beltrán mirando un cuadro de Bacon en el Museo Thyssen tomada por una de sus hijas. / .

A lo largo de "Bacon sin Bacon", los que leemos a Beltrán, los que conocemos su obra, podemos seguir su rastro, en muchísimos sitios, como cuando dice que "la vida está muy por encima del arte" (o por debajo), cuando cita a Lezama Lima y su: "Aquí llegamos, aquí no veníamos", o habla del terrible "Nunca llegarás a nada" (no tenían razón los padres, Fernando, no la tenían). Pero, "cuanto más se dice de uno, más cosas quedan por decir". Y lo más inquietante de todo es cuando no podemos seguir el rastro de Fernando, cuando intuimos que puede ser él, cuando nos habla de "lo que a nadie has revelado", "lo aún no dicho", cuando pensamos si el niño al que el perro le muerde la pierna y le arranca un pedazo de carne será él, si la madre que perdió la conciencia no será la suya, no será el cuerpo moribundo de todas las madres, si el número de enfermo de Francis Bacon FB160 no serán en realidad las iniciales y el número de enfermo de Fernando Beltrán, si la habitación 417 no será la 172.

Y a partir de ahí, de esa inquietud, de preguntarnos si Fernando nos estará hablando de sí mismo, nos invade otra inquietud mayor, la de preguntarnos si Fernando no estará hablando de cada uno de nosotros.

En "Bacon sin Bacon" todo es dolor, todo es búsqueda, todo es memoria, pero también, según pasas las páginas, ocurre que el libro se llena de luz. Como si este libro abriera una claraboya en el techo de nuestras conciencias, para dejar pasar la luz, como en el estudio de Francis Bacon. "‘Una claraboya en el techo’… Me escucho y pienso de repente que llevo un montón de páginas intentando aproximarme sin querer a una cierta definición del arte, y tal vez acabo de llegar a ella. Una vez más, por mero accidente. ‘Una claraboya en el techo’. La lujuria de la luz, de pronto, en mi estudio revuelto, como dos cuerpos amándose".

Antonio Martínez Asensio dirige el programa de la cadena Ser "Un libro, una hora" y es asimismo el crítico literario del programa "Hoy por hoy" de Àngels Barceló

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Bacon sin Bacon

Fernando Beltrán 

Árdora, 172 páginas, 18 euros

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