Arte

Juana Francés, cueste lo que cueste

El Centro Niemeyer de Avilés acoge la exposición del centenario de la gran artista alicantina

Obras de Juana Francés expuestas en el  Niemeyer.

Obras de Juana Francés expuestas en el Niemeyer. / Manuel Carranza

Luis Feás Costilla

Luis Feás Costilla

Es cierto que Juana Francés es la más desconocida de los miembros fundadores del grupo El Paso, junto con Antonio Suárez. Ambos fueron expulsados del colectivo artístico madrileño tras el verano de 1957, a los pocos meses de constituirse, y aunque siguieron participando en las grandes citas a las que concurrieron, como la exposición titulada "Before Picasso, after Miró" del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York en 1960, y tuvieron luego una larga carrera internacional, suelen ser las mayores sorpresas cuando se hace una exposición sobre ellos, por su valía indiscutible en general poco vista. El escultor Martín Chirino dejó escrito que "hubo una disidencia en el grupo, hubo a quien le sentó mal que Pablo [Serrano] llevara a su mujer, Juana Francés, hubo quien discutió por la calidad de su trabajo. Por eso, Pablo, Juana y Antonio Suárez, que en mi opinión fue después un grandísimo pintor, se alejaron. En esa época yo estaba en Cuenca y aún no exponía con El Paso, de modo que me libré de participar en tal rifirrafe".

Pero fue más bien al revés, sería Francés quien introduciría a Serrano en el grupo. Ya en 1955 hacía obra abstracta y tenía una entrañable amistad con el poeta Manuel Conde, que había sido compañero suyo en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y dirigía la galería Fernando Fe de Madrid, donde se encontraron los artistas de El Paso. Siempre pensó que Conde, uno de los críticos firmantes junto a José Ayllón del manifiesto inicial, fue el verdadero aglutinante del grupo. En su galería se celebró en 1955 la exposición de arte abstracto "Artistas de hoy". A Pablo Serrano, procedente de Uruguay, lo conocería más tarde, en su exposición en el Ateneo de Madrid de 1956, tras participar ambos el año anterior en la III Bienal Hispanoamericana de Arte, celebrada en Barcelona, donde él recibió el Gran Premio de Escultura. En aquella bienal se presentó además la exposición itinerante "Arte Moderno en los Estados Unidos", organizada por el MOMA de Nueva York, con un conjunto muy amplio de obra de los expresionistas abstractos americanos, cuya influencia en la España de aquel momento no está del todo bien estudiada.

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Un rincón de la exposición de Juana Francés. / Manuel Carranza

Como pionera del informalismo español destacó Juana Francés, que luego desarrolló un amplio bagaje de experimentaciones, lleno de hallazgos. Fue, junto a la asturiana Trinidad Fernández, la única pintora española en exponer tanto en la Bienal de Venecia como en la de São Paulo en su época de mayor esplendor. También participó en la colectiva "Modern Spanish Painting" de la Tate Gallery de Londres en 1962. Fallecida en 1990, repartió convenientemente su legado entre las cuatro ciudades a las que se sentía más unida, Zaragoza, Madrid, Alicante y Valencia, a cuyos respectivos museos de arte contemporáneo donó obras de cada una de las etapas fundamentales de su trayectoria. Y con las que se guardan en el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos Pablo Serrano (IAACC) de Zaragoza, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) de Madrid, el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA) y el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) se ha podido constituir la espléndida exposición con la que se conmemora el centenario de su nacimiento en Alicante en 1924, que llega al Centro Niemeyer de Avilés tras haber sido inaugurada en la sede en Alcoy del IVAM, bajo el comisariado de una de sus conservadoras, María Jesús Folch.

En su etapa informalista (que es también gestual y expresionista) Juana Francés utilizó numerosos materiales, desde tierras y arenas hasta maderas, vidrio, plástico o metal, cuyo excelente estado de conservación admira a cuantos nos dedicamos a trabajar con su obra. Se nota que tienen buena cocina, debida a su completa formación académica. De una orgía de negro sobre blanco (son palabras textuales suyas) pasó posteriormente a otra de blanco sobre negro, en series tan innovadoras como la titulada "El hombre y la ciudad", desarrollada entre 1963 y 1979, en la que se denuncia la alienación de la sociedad contemporánea mediante figuraciones de homínidos o "ántropos" que, acumulados tridimensionalmente como vecinos en comunidades de propietarios de apartamentos y locales, se convierten en máquinas. Llevan incrustados artilugios y engranajes sacados de piezas de recambio de electrodomésticos y en ocasiones incorporan líneas de neón en cajas de luz electrificadas, como la aportada por la Colección Azcona. "Mi carne es reloj, mi mente es tornillo, televisión, enchufe, acelerador", escribía entonces.

Parece mentira que hasta ahora no se haya sabido ver la importancia de esta serie que busca la cuarta dimensión, así como que hasta 2022 en el IAACC no se decidieran a albergar una colección permanente de la artista en señal de reconocimiento y en la del MNCARS ni siquiera figure, aunque de su propiedad sean obras tan sobresalientes como el "Moderador mórbido" de 1976. Y eso que vivimos tiempos de plena reivindicación de las artistas. Juana Francés pensaba que todo estaba en manos de las mujeres para conseguir su independencia tanto material como espiritual: "Si nosotras conseguimos mentalizarnos, como personas, imponiendo nuestra vocación, sea cual sea, con todos sus riesgos, obtendremos por añadidura el respeto y reconocimiento debido, cueste lo que cueste".

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Juana Francés 1924-1990

Centro Niemeyer Avenida del Zinc s/n Avilés Hasta el 2 de junio

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