Oviedo, E. CASERO

Agustín Muñiz, Javier Zarabozo y David Rodríguez llegaron hace apenas dos meses de Kenia. En Nairobi llevaron a cabo su última expedición, que incluyó las ascensiones del Kilimanjaro y del monte Kenia. Una experiencia «muy bonita pero muy dura», cuenta Muñiz, no sólo por el agotamiento físico, la debilidad o el frío, también, cuenta Muñiz, por las duras condiciones de vida de los que te rodean. «Es totalmente tercermundista, tienen necesidades de todo, y además es una zona muy peligrosa».

Muñiz empezó muy pronto a aficionarse por la montaña. Cuando apenas tenía 8 años, su hermano Rafael, diez mayor que él, solía llevarle de excursión a Somiedo, Picos de Europa, y otros puntos de la geografía asturiana. «Guto», como así le conocen sus amigos y allegados, seguía así los pasos de su padre, que le había inculcado el amor por la naturaleza y los deportes al aire libre.

«Los fines de semana nos íbamos toda la familia de excursión, pero con quién más solía salir era con mi hermano, ya que mis padres trabajaban y eso les limitaba un poco», cuenta «Guto», que en la actualidad tiene 55 años.

En estas cuatro décadas esta pasión por la montaña ha ido en aumento. Siempre por libre, o acompañado de amigos, se ha dedicado a ascender los picos asturianos y algunos nacionales, hasta que la geografía nacional se le hizo pequeña. «Estuve en Pirineos, Sierra Nevada, el Veleta, creo que me he recorrido España entera, y desde hace diez años ya estoy saliendo a otros países y continentes», cuenta el ovetense.

Amante del riesgo, decidió dar un salto cualitativo en sus expediciones. En su empresa, se buscó dos compañeros de viaje, que, al igual que él, buscaban nuevas experiencias: Zarabozo y Rodríguez. Dos montañeros que conocía de varias de sus expediciones y que, para «Guto», reunen las condiciones necesarias para ser los acompañantes perfectos en una expedición. «Son mis amigos, me transmiten confianza y, sobre todo, tienen experiencia en Alta Montaña y en ascensiones en condiciones extremas», confiesa.

Su primera gran aventura la emprendieron hace seis años. Empezaron fuerte, ya que ascendieron el Elbrus ruso, considerado el monte más alto de Europa (5.642 metros). Cuenta Muñiz que invirtieron casi dos semanas en alcanzar la cumbre, «porque el período de aclimatación fue duro, ya que teníamos el problema de altura», pero finalmente pudieron coronar el famoso estratovolcán durmiente.

El pasado mes de octubre intentaron ir al Mont Blanc francés, pero tuvieron que dar la vuelta por las condiciones climatológicas. «Nevó mucho y había peligro de aludes», dice Muñiz. Esta circunstancia no les desanimó, y en diciembre emprendieron la aventura africana que les llevó al Parque Serengeti de Nairobi, en Kenia. Tras subir al Kilimanjaro, que era el objetivo del viaje, decidieron emprender otra ascensión: el monte Kenia. «No es tan alto como el Kilimanjaro, pero es mucho más bonito y entraña más dificultad, ya que pasas de estar a doce o catorce grados a quince o dieciseis bajo cero en una parte u otra de la montaña».

En el Kenia sufrieron un percance. Algo, afotunadamente, poco habitual en todos sus años de aventuras. Rodríguez tuvo que ser evacuado al sufrir «mal de altura». Nada grave, cuenta, Muñiz, que sólo tiene palabras de agradecimiento para los porteadores. «Se portaron muy bien con nosotros, no sólo con el tema de David, que lo recogieron y le dieron medicación, sino también con el trato que nos dieron durante la semana que estuvimos allí».

Ya en casa, tanto «Guto» como sus compañeros planean la próxima expedición. Posiblemente sea al uno de los glaciares del Himalaya. Aún tendrá que esperar, ya que el financiarselas ellos mismos hace que puedan realizar únicamente una por año. Durante los próximos meses seguirán preparándose físicamente y aprovecharán para estar con la familia, que aún no termina de acostumbrarse a estos viajes. «Mi mujer lo lleva regular, pero ya me conoció siendo así y sabe que es mi pasión y que forma parte de mi vida», sentencia «Guto».