El Marino anda inmerso por estas fechas en la Copa Federación, torneo en el que posee un magnífico palmarés después de haberlo conquistado en sus fases regional y estatal. Especial relevancia adquirió el título de 2001, un año en el que el club luanquín fue noticia nacional tras protagonizar una sucesión de éxitos nunca antes vista. Hasta en cuatro competiciones participó, y las cuatro las ganó. Estos fueron sus logros: Campeón de la liga de Tercera División; campeón de Asturias de la Copa Federación; campeón de España de la Copa Federación; y campeón de la liguilla de ascenso a Segunda B. En las instalaciones de Miramar puede admirarse tan sorprendente colección de trofeos, entre los que ocupa sitial preferente el que entregó en un abarrotado recinto luanquín el presidente de la Federación Española, Angel María Villar, con motivo de la final nacional de la Copa Federación.

Con el discurrir de los años es posible que aquellos memorables éxitos vayan creciendo en la consideración de los aficionados luanquinos, también entre los más jóvenes, que aunque atentos al presente siempre tendrán en ellos un buen referente. Porque fueron acontecimientos especiales, capaces de congregar de madrugada en el parque de Zapardel a miles de seguidores para celebrar el ascenso; o de llenar las carreteras del concejo mientras el equipo hacía la histórica "rúa" en un autocar que, de trecho en trecho, debía detenerse ante el entusiasmo de los gozoniegos. El 2001 fue sin duda un año mágico para la afición marinista, la única a la que le fue dado disfrutar del triunfo hasta en cuatro competiciones.

El Marino era un buen equipo de Tercera en la campaña 2000-01, aunque había que ser muy optimista para suponer que acabaría ganándolo todo. La anterior había terminado la Liga en el tercer puesto, interviniendo después sin éxito en la fase de ascenso. Su presidente, Luis Gallego, quiso dar un paso adelante y reforzó un plantel cuya dirección técnica volvió a confiar a Roberto Robles. El gijonés era un técnico del que se valoraba su sapiencia para motivar al futbolista. Lo había demostrado un par de campañas antes en el Pontevedra, y lo repetiría en el conjunto luanquín. Se da por seguro que resultó crucial su acierto al gestionar las capacidades deportivas del grupo, sí, pero también las anímicas. En una reciente conversación me reconoció que cuando el plantel se potenció con algunos veteranos temió por la actitud que adoptarían: "Es un temor que nunca antes expresé públicamente, pero sí es cierto que me preocupaba que su actitud fuese la de quienes ya están de vuelta, la de quienes consideran que ya han dado lo mejor de sí". Sin embargo, logró motivarlos, y hasta un punto tal que terminaron teniendo influencia decisiva en los éxitos. Robles recuerda que "me reuní con ellos y les indiqué que tenían un importante rol que jugar, en concreto les pedí que fuesen la referencia para los más jóvenes. No me fallaron, y hoy puedo decir que de no haber sido por ellos nunca hubiéramos llegado a donde llegamos".

Campeón de Asturias en el Tartiere. Aquel magnifico Marino, el de los Fermín, Sergio Villanueva, Mario Prieto, Pedro, Pipi, Cabal y tantos otros nombres de grato recuerdo, inició su colección de títulos apenas arrancada la campaña 2000-01. En octubre ya conquistó el trofeo de la Copa Federación en su fase regional. La final se jugó en el antiguoTartiere, siendo el entusiasta Llanes quien padeció el hambre de éxitos de los luanquinos. El resultado fue de 5-0 y ya arrojó algunas pistas acerca de lo que podían ser capaces de conseguir los de Robles. La soberbia actuación hizo que los aficionados de Luanco lanzasen al cielo de Buenavista ese grito tan original y tan suyo, el de "¡alza'l rabu, Marinín!", que ya no dejaría de acompañar al equipo en toda la temporada.

Por lo que se refiere a la liga regular de Tercera, al equipo le costó arrancar y de hecho empató las dos primeras jornadas, contra Piloñesa y Colloto. Fue en la tercera cuando llegó por fín el triunfo, en campo del Turón, refrendado seguidamente con el conseguido en Miramar ante un oponente de la talla del Real Avilés. El título de campeón se amarró en Oviedo, decididamente plaza bonancible para los luanquinos en tan señalada campaña. El éxito a sólo tres jornadas del final ante el filial oviedista (1-2) despejó definitivamente el camino a los de Robles, que terminaron la Liga por delante precisamente de Oviedo B, Langreo y Lealtad. Era mediados de mayo y el Marino ya tenía dos títulos: campeón de Liga y de Copa Federación en su fase regional. Pero faltaba lo mejor.

En tan exigente temporada Robles hubo de administrar sus efectivos, lo que vienen siendo ahora esas rotaciones que tanto juego informativo proporcionan. Con ellas fue cubriendo satisfactoriamente etapas, tanto en la Liga como en la fase nacional de la Copa Federación. En abril el Marino apeó del torneo copero al manchego Puertollano, una semifinal que no hizo sino acrecentar sus buenas sensaciones. El equipo luanquín llegaba en gran momento de forma a las dos últimas dificultades del año: La final nacional de la Copa y la fase de ascenso a Segunda B.

Villar entrega la Copa de España. Miramar registró el ambiente de las grandes ocasiones el 14 de junio, fecha del partido de vuelta de la final copera contra el Tropezón. Por primera vez en sus 70 años de historia el club de Luanco estaba en disposición de ganar un título nacional. Y nadie quiso faltar. Más de 3.000 aficionados abarrotaron el campo, en cuyo palco se situaba el presidente de la Española, Angel María Villar, venido expresamente para entregar el trofeo. Junto a él y a Luis Gallego, otros dirigentes como Maxi Martínez, Eugenio Prieto y Manuel Vega-Arango. El todo del fútbol asturiano arropando al Marino en pos del que ya iba a ser !su tercer título del año!

El Marino había adquirido en Torrelavega ventaja de 0-1 y era favorito, pero el conjunto cántabro no quiso ser un comparsa. Luchó por voltear el marcador y de ello salió beneficiado el espectáculo. Fue un buen partido que registró ocasiones de gol en ambas porterías, aunque al final el marcador sonrió a los de casa por 3-0. Para el recuerdo queda esta alineación luanquina: Edu Morán; Luis, Fermín Elías, José Alberto, Álvaro López, Mario Prieto, Pedro, Fermín Álvarez, Pipi (Alejandro, min. 66), Sergio Villanueva (Cabal, min. 74) y Alberto Domínguez (Alberto, min. 70).

Importante premio en metálico. Para el Marino fue un triunfo muy especial. Se trataba de su primer título nacional, pero además sucedía que estaba acompañado de una sustanciosa dotación económica: 15 millones de pesetas. Un buen pico tratándose del premio para un club aficionado. Luis Gallego, un presidente que siempre hizo gala de tanto entusiasmo como sensatez, repartió la mitad, 7,5 millones, entre plantilla y cuerpo técnico; y con la otra mitad mejoró el parque de maquinaria del club: Adquirió una lavadora industrial, una secadora y una segadora. Villar, a cuyos oídos algo había llegado acerca del destino que el dirigente luanquín pretendía dar al premio, le felicitó efusivamente nada más terminar el partido: "Ya tienes lo que querías".

Pero la temporada no había concluido. A esas alturas de junio el Marino seguía jugándose otra importante meta, la guinda del ascenso a Segunda B. Para ello tenía que quedar el primero de la liguilla en un cuarteto en el que también competían Móstoles, Valladolid B y Xove Lago. La última jornada, el 24 de junio, los luanquinos fueron a Xove, en la Mariña lucense, dispuestos a jugárselo todo en un auténtico acto de fe.Tenían que ganar y esperar a que el Móstoles no lo hiciera en Valladolid. La afición peregrinó en masa, convencida de que un año tan bueno no podía tener mal final. Y acertó, porque su equipo dio otra alegría más, y ya era la cuarta. Ganó por 3-5, mientras que el Móstoles no pasaba del empate en Pucela.

Aquella noche fue una gran noche en la villa luanquina. Todo el mundo se echó a la calle para recibir al equipo y festejar el ascenso. Miles de personas acudieron al encuentro en el parque de Zapardel, donde hubo baño masivo y cánticos, y donde el grito de "¡alza'l rabu, Marinín!" se oyó más alto que nunca. La plantilla durmió de hotel y en la medida en que pudo repuso fuerzas para los actos del día siguiente. Uno de los más multitudinarios y simpáticos fue la "rúa" en autocar por los pueblos del concejo gozoniego, algo nunca visto antes. En Viodo hubo parada especial para ofrecer el póquer de éxitos a San Bartuelo. Y hasta en uno de los confines del Principado, en el cabo Peñas, se escucharon los ecos del ascenso marinista.

En aquel inolvidable año todavía el Marino ofreció a su público el regalo, porque no otra cosa era, de ver a un Primera en Miramar. El 7 de noviembre se enfrentó al Deportivo de la Coruña en partido de Copa del Rey. Más allá del desenlace, lógicamente favorable al conjunto entonces dirigido por Javier Irureta -y que a la postre se proclamó campeón del torneo-, la histórica visita deportivista quedó en los anales del club luanquín porque con ella se inauguró la iluminación de Miramar. Fue una importante mejora, otra más, para incidir en la progresión de la entidad que con tanto acierto preside Luis Gallego.