Decenas de periodistas se agolpaban a la puerta de la imponente caravana de McLaren y un buen número pululaba por el interior a la espera de noticias de los protagonistas. Valía cualquiera, porque todos tenían algo que decir. Los pilotos y Ron Dennis debían comparecer en el acto que organiza la escudería todos los sábados. «Meet the team» (en inglés, «conoce al equipo») se llama lo que no deja de ser una rueda de prensa al uso. Cuando nadie lo esperaba, se produjo un ejercicio de hipocresía a la puerta del imponente pabellón. Como salidos de la nada, surgieron, desde las dependencias privadas del motorhome, Ron Dennis, patrón de la escudería, y el presidente de la Federación Internacional, Max Mosley. Sellaron su encuentro con un apretón de manos y sonrisas de viejos conocidos, como si nada hubiera pasado, como si durante todo el día no se hubieran estado cruzando declaraciones contradictorias, desmintiéndose el uno al otro, como si Mosley no hubiera llegado incluso a poner en tela de juicio la honradez del británico.

Fernando Alonso fue el motivo de su desencuentro. En McLaren tomaron una decisión tajante. Ron Dennis eligió un culpable para toda la polémica que rodeó a McLaren en los últimos tiempos. Y lleva el nombre del piloto asturiano. El patrón de McLaren le señala como el instigador de un acto, como poco, extraño y difícil de comprender. Según confiesa Dennis, fue él mismo quien avisó a la Federación Internacional del Automóvil (FIA) de que Fernando Alonso tenía en su poder correos electrónicos comprometidos. Esa pista fue suficiente para que el presidente de la FIA, Max Mosley, requiriese a los pilotos cualquier dato que ayudase a la investigación, reabriese el caso y sirviera de base para imponer una sanción ejemplar a la escudería anglo-alemana.

¿Pero por qué Ron Dennis se denuncia a sí mismo? Según la versión del inglés, fue tras una grave discusión, horas antes del Gran Premio de Hungría; al día siguiente del lío con Hamilton en el pit lane por el que al asturiano los comisarios le retiraron la pole conseguida. Fernando Alonso, muy enfadado, exigió al patrón tratamiento de primer piloto. El jefe se lo negó y el asturiano le advirtió: «Tengo unos correos de tus ingenieros». Y amenazó con hacerlos llegar a la FIA. La bronca debió de ser de órdago, y Dennis, siempre según su propia versión, optó por telefonear a Mosley para ponerle al corriente antes de que fuera Alonso quien lo hiciera.