A Preciado le esperaba una buena papeleta en el descanso. Tras mantener su confianza a los héroes de Córdoba, necesitaba quitársela urgentemente a unos cuantos. Eligió a Pedro y a Omar, quizá los eslabones más débiles en la cadena rojiblanca. La gente saludó con especial entusiasmo la vuelta de Kike Mateo, pero pronto se demostró que el problema estaba más atrás. Cuando el técnico se decidió a prescindir de Iván Hernández y apostar por un 4-1-4-1, el Castellón era un equipo firme y seguro, convencido de sus posibilidades.

Otras veces, en situaciones de apuro, el Sporting libraba tirando de las individualidades. Pero hasta eso falló ayer. A Diego Castro le faltó chispa y la ayuda de Canella, imprescindible para desatascar el ataque. Neru, corto de forma y embarcado en una empresa imposible para él, acabó tan perdido que rozó la expulsión. Como Luis Morán tampoco logró esta vez ejercer de reactivo, el Sporting terminó como empezó: apelando a la heroica de los balonazos a Bilic, que ya no sabía si reclamar al árbitro o al maestro armero.

Si el primer tiempo había sido frustrante, la continuación resultó descorazonadora para el Sporting. El amago de reacción se tradujo en un cabezazo de Jorge desviado, el único remate rojiblanco con cierto peligro en toda la segunda parte. Como no podía llegar cambiando, los locales lo apostaron todo a la estrategia. Pero incluso en eso el Castellón fue mejor, por mucho que la fortuna sonriera a López Garai, al que le cayó literalmente llovido del cielo el balón que convirtió en el 0-2 tras un córner.

La recta final del partido, esperado como una fiesta, recordó los peores momentos de este decenio negro en Segunda. No hubo grandes reproches para el banquillo y los jugadores, pero el desfile de los aficionados empezó con mucha antelación. Casi nadie creía en el milagro porque el Sporting estaba muerto. Ni siquiera Matabuena, abrumado por tanta responsabilidad, estaba en condiciones de avivar la ilusión de la gente.

El varapalo, mucho más doloroso que otros anteriores en El Molinón por la forma y la entidad del rival, tiene moraleja y algún atenuante. Preciado está obligado a optimizar los recursos porque, aquí y en la China Popular, deben de jugar siempre los mejores. Con eso y un poco de empeño en hacer un fútbol elaborado, el Sporting tendrá mucho ganado. Claro que para eso es imprescindible contar con futbolistas como Canella y Míchel, que sin tanto nombre como otros se adivinan fundamentales para dar vuelo a este Sporting. De lo contrario, la vuelta de Bilic puede convertirse en un dolor de cabeza crónico.

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