Montmeló (Barcelona),

Andrés VELASCO,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

Pudo acabar en tragedia, pero al final todo se quedó en un susto. El espectacular accidente que el piloto de McLaren Heikki Kovalainen sufrió ayer en la curva Campsa durante la vuelta 22.ª del Gran Premio de España hizo al público enmudecer, ya que la brutalidad del impacto, unido al alarmismo creado por los comisarios en pista, que agitaban de forma vehemente los brazos, hicieron que todos se pusieran en lo peor.

Durante la vuelta 22.ª, Kovalainen sufrió un esperado reventón en la rueda delantera izquierda cuando iba a acometer la curva Campsa, una de las más rápidas del circuito, que provocó que se saliera de la pista a una velocidad endiablada, e incrustase su monoplaza de forma espectacular en las protecciones de neumáticos del circuito, tras cruzar la escapatoria.

El compañero de Lewis Hamilton en McLaren quedó atrapado en su coche por los neumáticos, e hizo falta que casi una veintena de comisarios colaborasen para sacar el coche de ahí. En el box de la escudería anglo-alemana las caras de preocupación salieron a relucir, empezando por el director del equipo, Ron Dennis, que susurraba algo al oído de su mano derecha en el equipo, Martin Whithmarsh.

La tranquilidad llegó cuando tras un intenso rescate, Heikki Kovalainen alzó el pulgar en la camilla en la que estaba siendo trasladado, emulando la imagen protagonizada por Fernando Alonso en el circuito de Brasil en el año 2003. Poco después, se informó, tras una revisión superficial, de que Kovalainen no había sufrido ninguna lesión aparente, si bien fue trasladado en helicóptero al Hospital General de Cataluña en San Cugat del Vallés, donde pasará la noche y donde se le realizarán pruebas que descartasen algún daño interno, ya que sí se ha confirmado que no tiene ningún tipo fractura.

El accidente del finlandés provocó la salida a pista del «safety car» durante cinco vueltas, e hizo rememorar el vertiginoso choque sufrido por Robert Kubica durante el pasado año en el Gran Premio de Canadá, cuando por unos minutos medio mundo lo dio por muerto. El polaco de BMW Sauber chocó a más de trescientos kilómetros por hora contra uno de los muros del trazado canadiense, desintegrando prácticamente su coche. Lo positivo es que a pesar de la espectacularidad de ambos impactos, tanto en una como en otra ocasión hubo final feliz.