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De la angustia a la felicidad

De la angustia a la felicidad

Los dioses del fútbol visten de rojiblanco y hacen milagros. Porque la angustiosa victoria del Sporting ayer sobre el Granada 74 fue una especie de pequeño milagro. Todo se fue poniendo en contra de los intereses gijoneses en una tarde que se había anunciado como poco menos que histórica. El pobre juego inicial del equipo, como si estuviera agarrotado por la responsabilidad, la frivolidad de un Míchel que no sienta cabeza por más que se le diga, el despiste de un árbitro y unos asistentes, que primero dejan decenas de faltas sin sanción, sacan una tarjeta roja por falta de temple y no ven cómo un balón sale fuera del campo antes de que Luque, el mago de la tarde, diera el centro del gol visitante que, unido al de la Real en Anoeta, sembró la angustia en las casi llenas gradas del bondadoso, y milagroso Molinón. Con diez y un gol en contra, había que echar mano de la épica pura y dura. Porque en el primer tiempo, los granadinos habían llegado más y mejor al área de Roberto, otra vez impecable y decisivo. El empate del descanso era, desde el punto de vista local, un buen resultado.

El Granada 74 se adelantó en el comienzo del segundo acto. El Sporting no llegaba y tenía serios problemas en el juego. Pero cuando el conjunto no acierta, han de aparecer las individualidades. En el momento crucial apareció el de casi siempre, Kike Mateo, que había estado bien tapado por los rivales, para empatar cuando quedan quince minutos. Ya en el descuento apareció otra individualidad, Bilic, que había hecho un partido grande aunque sin remate, pero cazó el balón de la victoria y ardió la fiesta de una afición que pudo pasar de la angustia casi permanente a la más idílica felicidad. Los tres puntos de casa no se fueron de viaje y el ascenso queda un poco más cerca.

Este Sporting tiene fe y fortaleza. El rival juega aseado, pero anda justo de fuerzas y las decisiones del banquillo, en poder de Marcos Alonso, no parecieron las mejores para sus intereses. Con el marcador a favor y el rival con uno menos, el estratega llegado del paro gastó los cambios en la delantera sin reforzar la zona media y de atrás. Cosas de los dioses del fútbol que vistan de rojiblanco y levantan las banderas y bufandas del Sporting.

Este tiene que ser el año porque la grey de las rayas rojos y blancas no se merece la decepción que ayer merodeó por el bondadoso, y milagroso, Molinón durante un buen rato. El primer objetivo, ganar en casa al Granada 74, está alcanzado. Ya queda menos para cerrar el regreso a Primera. Las gentes ya casi lo celebran. Que no les fallen.

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