Avilés, Juan C. GALÁN

Pocas veces un jugador del Avilés ha contradicho en tantas ocasiones la opinión generalizada acerca de su calidad. La mayoría de entrenadores que han dirigido a Rubén Menéndez a lo largo de su carrera confiesan sin cortapisas que es uno de los mejores jugadores que han tenido a su cargo. Ramiro Solís, que lo entrenó en el Sporting B, sostiene que hubiera llegado a Primera a poco que se lo hubiera propuesto. Sin embargo, su historial no está a la altura de su talento. La mayoría de su trayectoria ha discurrido en Tercera División, a excepción de dos temporadas en el Logroñés. Su carácter díscolo quizá haya sido el freno a una carrera que se prometía fulgurante cuando militaba en las categorías inferiores del Sporting.

«Soy un tío especial, dentro y fuera del campo, y hay que saber llevarme», reconoce sin complejos. En sus palabras, un ligero reproche. Quizá Rubén no haya conocido aún a su entrenador ideal. Sin embargo, en el fondo sabe que en su mano ha estado haber triunfado en el fútbol. Su estela de jugador «Guadiana» se ha repetido en el Avilés. El centrocampista langreano afincado en Gijón llegaba al Avilés mediada la temporada 2004-2005 con Muñiz en el banquillo. Rubén esperaba que su fichaje por el equipo blanquiazul sirviera de bálsamo a las heridas que había sufrido en su última y complicada temporada en el Logroñés. Desde su primer partido se convirtió en la piedra sobre la que la directiva quiso edificar su templo. El pasado verano amagó con irse. Unas palabras delicadas de Pole sirvieron para que renovara por el Avilés.

Sin embargo, su paso por el club no ha dado los frutos apetecidos. En las dos últimas temporadas se perdió nada menos que 29 partidos. Una cifra estratosférica para un jugador considerado esencial. En el aire flota la sensación de que alguna de esas ausencias no estuvo justificada. Rubén lo niega. «Al contrario: jugué algún partido que no debería haber jugado, como este año en Llanes. Quise ayudar al equipo con un esguince de tobillo y fue peor», señala el centrocampista. Lo cierto es que la fama de jugador inconstante le ha perseguido desde que el club le pusiera en el epicentro de las supuestas salidas nocturnas que tanta polvareda levantaron a lo largo de la campaña. «Yo sé lo que hice y lo que piensen los demás no me importa», espeta Rubén. Asunto zanjado.

Del Avilés, Rubén se va con poco pesar en el corazón. «No me voy con pena, pero dejo muchos amigos. Me quedo con el trato de los compañeros y los entrenadores. Por lo demás, mi estancia en el Avilés ha sido una etapa más en mi vida», comenta el ya ex jugador blanquiazul, sin rastro de nostalgia en sus palabras. Y es que el fracaso continuado de los proyectos deportivos del club ha minado el entusiasmo de Rubén Menéndez. «Lo de apostar por la cantera está muy bien, pero en liguilla siempre se meten los mismos, los que tienen jugadores veteranos en la plantilla y un equipo compensado», comenta el centrocampista.

A pesar de todo, Rubén aún se siente futbolista. «Me apetece jugar en un equipo con aspiraciones reales, no sólo con proyectos», afirma el langreano. Encima de la mesa tiene una oferta del Cudillero. Sin embargo, su futuro es una incógnita.