Entramos en las últimas cuatro jornadas, en los últimos doce puntos, que para los que van en línea descendente son un mundo. Es el momento de dar todo lo que uno tiene, dejando los individualismos en el vestuario, y pensar sólo y únicamente en el grupo. Es también el momento de dejarse el alma en cada acción, hacer las cosas lo mejor que uno sepa y pueda y trabajar con los conceptos y la intensidad necesarios para obtener beneficios.

El fútbol pasa de lo negro a lo blanco en sólo unos minutos, como bien vimos el jueves en el Liverpool-Atlético. Las piernas pueden llegar a pesar mucho y la cabeza a bloquearse por completo, pero un gol puede hacer revivir a un equipo que minutos antes estaba casi muerto. Ahora llega el momento de competir y no amilanarse, pero para ello hay que sacar lo mejor de uno mismo. Decían los guerreros chinos que aunque estés sin Ejército, sin víveres y sin fuerzas, al enemigo hay que hacerle creer todo lo contrario. Demuéstrale siempre que estás en condiciones de luchar y que tu moral está alta, porque él probablemente no esté mucho mejor que tú.

El domingo va a tener lugar una batalla difícil y, además, en campo hostil. Pero nada es imposible. En El Molinón se vendieron los tres últimos partidos como los de la salvación y las cosas no han salido como se esperaba. Va siendo hora de que las cosas salgan un poco mejor.

El Málaga no es un equipo sobrado de juego y sí un equipo con rachas tanto positivas como negativas. Su poca continuidad y regularidad le está llevando a tener que sufrir para certificar la permanencia.

Los equipos de Muñiz están bien trabajados, son muy organizados y tienen las ideas muy claras a la hora de defender. Siempre que recuperan la pelota buscan transiciones rápidas. Les gusta mucho trabajar por fuera porque así pueden llegar con más facilidad al área. Defienden mejor que atacan, renuncian a largas posesiones y tienen mucho cuidado con las pérdidas de balón. Muñiz es un entrenador criado a la sombra de Juande Ramos y es fiel a muchos de los principios del juego de éste.

Tienen un modelo de juego basado en dos líneas claras de cuatro jugadores que van a buscar siempre a los dos hombres de arriba, aunque dependiendo del desarrollo del partido pueden utilizar un mediapunta para jugar entre líneas y así ayudar al doble pivote en tareas de contención.

En la portería, Munúa es intocable. Su rendimiento está siendo de lo mejor del equipo. En la primera línea de cuatro tendrán las bajas del central Stepanov, sancionado, y de Rosario, lesionado. Los laterales Gámez y Mtilga son muy ofensivos, sobre todo en casa. Les acompañarán dos de estos centrales: González, Orozco y Toribio. Incluso Juanito podría ser de la partida. En el doble pivote estarán dos hombres de corte defensivo que van a buscar más la posición y la recuperación que otra cosa. Por este motivo el Málaga no es un equipo de largas transiciones sino más bien recuperador y de ataques rápidos y profundos. Apoño y Juanito son a priori los candidatos. La posibilidad de incluir a Juanito en el centro de la defensa y buscar alguien más ofensivo que acompañe a Apoño es otra opción a tener en cuenta. En las bandas tienen gente de muchísima calidad: Fernando, Valdo, Luque o Duda son los candidatos, siendo este último un especialista a balón parado, una de las armas importantes de los blanquiazules. En punta tienen gente con buen físico y desmarque. La elección tendrá que salir de los siguientes nombres: Baha, Caicedo, Obina y Forestieri. El juego directo y los balones centrados son su punto fuerte.

Los partidos se ganan con trabajo y buen fútbol, con intensidad y conceptos correctos. Se ganan siendo mejor que el rival durante los noventa minutos. El Málaga lo querrá ganar antes de empezar y, así, tranquilizar a su afición. A lo mejor puede ser rentable saber aprovechar esta situación, ya que las prisas nunca fueron buenas consejeras.