El consejo de administración del Oviedo se está suicidando lentamente. Acorralado por la pésima situación económica de la entidad -aunque siempre trata de enmascararla-, el precio de las entradas para el partido de vuelta ante el Pontevedra ha puesto de manifiesto, una vez más, el grado de ineptitud de unos dirigentes que no sólo no saben, sino que se niegan a escuchar.

Cuando el equipo se está jugando el regreso al fútbol profesional y su futuro inmediato, el consejo volvió a sorprender con una de sus ideas originales. Los precios de las entradas ante el Pontevedra no tenían ni pies ni cabeza, por más que se tratara de defenderlos con comparaciones que carecían de toda lógica. Que un niño socio de 15 años tuviese que pagar 20 euros, cinco menos que un aficionado de Pontevedra, no tenía ninguna justificación posible. Y no digamos si el niño no es socio: 40 euros por una entrada de Segunda B. La mente pensante de semejante aberración no tendría que seguir ni un minuto más en el club. Lo malo es que el cerebro sigue siendo el mismo que alumbró con su bombillu todas las «brillantes» ideas del club en los últimos años. Ninguna de ellas tiene un pase, pero es igual, él lo sigue intentando.

Esta vez su atrevimiento ha ido demasiado lejos. Al consejo sólo le quedaba rectificar. No tenía más salida. La situación es muy grave y más en vísperas de un partido decisivo para el futuro del club. La afición lleva mucho tiempo aguantando toda clase de atropellos, pero ésta ha sido la gota que colmó el vaso. La posterior rectificación, y en especial las formas empleadas, en una comparecencia del vicepresidente económico, Ángel Martín Vaca, mano derecha del máximo accionista, Alberto González, leyendo un comunicado en el que intentaba justificar lo injustificable lo dice todo. Lo de no aceptar ningún tipo de preguntas, impresentable.

El domingo, pase lo que pase, el Tartiere ya no será el mismo de las últimas ocasiones y todo por culpa de unos dirigentes que siguen dando muestras de que el Oviedo les queda muy grande. Lo peor es que el único perjudicado volverá a ser un club que lucha por resurgir contra viento y marea. Primero, sufrió las zancadillas desde fuera, ahora incluso de sus propios dirigentes, en un tema que resolvería incluso el mismo niño de 15 años al que se le quería cobrar 40 euros por ver un partido de Segunda B. Mayor ineptitud, imposible.