Para el último partido de la temporada en El Molinón, salió un día espléndido, primaveral y soleado. Ideal para jugar al fútbol si hubiera habido algo en juego. Con más ganas de sol que de acompañar a su decepcionante equipo, el sportinguismo dio al espalda a los futbolistas. Con la misma naturalidad, con la que el Sporting falló a sus seguidores. La mayoría prefirieron aprovechar la tarde evitando El Molinón. Algunos cientos acudieron al estadio en una marcha organizada para manifestar su desazón y su hartazgo. También dieron la espalda a los futbolistas quedándose fuera a vociferar su indignación contra el hormigón de un campo en el que no calaron sus gritos.

Tampoco el buen fútbol compareció en el municipal gijonés. Se jugó un partido intrascendente, con menos intensidad que el peor de los bolos veraniegos. Fue despedida triste que hizo honor a la trayectoria del equipo durante toda la competición. Un broche de plomo pesado. No hubo tiempo para lo sentimental y varios futbolistas con años de servicio a la causa se despidieron sin gloria de El Molinón. No hubo ovaciones, ni gestos a la grada, como en cursos anteriores. Era un día incómodo para jugar y la falta de urgencias en el rival tampoco ayudó a animar el cotarro. De la grada, llegaba un ambiente de funeral. Con el fondo de los ultras vacío, sin más altavoces que la molesta megafonía del estadio y con un importante sector de la afición manifestándose ante la puerta de autoridades, un silencio sepulcral lo invadía todo.

Más allá de los resultados que iba escupiendo el vídeo marcador, el único aliciente de la tarde pasaba por ver si alguno de los menos habituales aprovechaba la ocasión para dejar su propuesta con vistas a la próxima temporada. Sandoval dio un nuevo chance a Juan Muñiz, esta vez por el centro, en una posición con menos exigencia física, y con más opciones de dibujar sus pases al ver el fútbol de cara. También Carmona disfrutó de otra ocasión y volvió a dejar una sensación extraña. Participó en las mejores ocasiones, pero resulta inconstante. Lo que más cuesta entender es que siga en el equipo gente que ya ha cerrado un ciclo en Gijón y que no tiene ninguna opción de estar aquí el próximo curso. En algún caso, ni siquiera su rendimiento justifica su titularidad.

Triste despedida para algunos jugadores que dejarán el club

El primer tiempo de ayer no será recordado, aunque debería serlo, como el ejemplo perfecto de partido que nunca se debió jugar. Al menos, no de esta forma. Sporting y Recreativo son dos de los clubes más antiguos del fútbol español y su solera obliga a disputar todos los encuentros con un mínimo de intensidad. No fue el caso de ayer. El partido que disputaron ambos equipos fue una falta de respeto a los más de ocho mil valientes, según los datos oficiales, que ignoraron la tentación del buen tiempo y que desoyeron la llamada a la desobediencia. Fue también, una patada en la entrepierna del decoro profesional.

Un disparo de Guerrero y otro de Marco Navas en sendas acciones individuales fueron las únicas aproximaciones con cierta intención a las porterías. En cuanto al juego, el partido fue una sucesión de imprecisiones, pérdidas de balón y envíos a espacios nunca ocupados. Un desastre en toda regla. Desde muy pronto ya se vio que sólo habría goles si se producía un accidente de grandes dimensiones.

Mejoró algo el Sporting tras el descanso. Como si Sandoval hubiera apelado al escudo para intentar agasajar a los más fieles con una victoria que endulzara levemente el mal sabor de boca del sportinguismo. Carmona se puso al frente de las acometidas y Álex Menéndez cargó desde la izquierda. Las falló la compañía. No hubo noticias de Trejo ni de David Rodríguez, ambos despedidos entre pitos al ser sustituidos. Y eso que la primera gran ocasión del segundo tiempo fue visitante. Francis Ferrón se plantó ante Cuéllar y le descerrajó un cañonazo a quemarropa que rechazó el portero en una de esas paradas inverosímiles que son tan características.

Lo que queda ahora es la esperanza. El último partido en El Molinón fue tan malo como el resto de la temporada. Toca soñar con un Sporting mejor. El tiempo de verano empezará la próxima semana, en cuanto pase el partido de Miranda. Serán unas semanas apasionantes, en las que se tomarán algunas decisiones que tienen que ser cruciales para el club. Urge abrir las ventanas para renovar el aire, tanto en la planta noble como en el vestuario.

El fracaso ha sido colectivo. La mala gestión y el pobre rendimiento de la plantilla han ido de la mano y el resultado ha sido un ejercicio con importantes números rojos y un nuevo fracaso deportivo, que se suma al de la temporada anterior. Seguramente el problema viene incluso de antes. Es tiempo de romper definitivamente con el pasado y poner las primeras piedras de un Sporting mejor. Tanto a nivel de club, como de proyecto deportivo. Y ya no valdrán excusas.