En la actualidad, casi cualquier coche de gasolina que tenga menos de quince años puede ser adaptado de forma sencilla para que funcione con gas. Este cambio supone menor nivel de contaminación y resulta bastante más barato. Tras diferentes cambios normativos, en España la opción del gas está disponible para todo el mundo, ya que hace un par de años sólo estaba al alcance de los taxis. Sin realizar grandes modificaciones, los coches de gasolina pueden ser adaptados para usar dos tipos de gas: gas licuado del petróleo (GLP) o gas natural comprimido (GNC). El más común es el primero, que también se denomina autogás. En la región existen empresas especializadas en este cambio de combustible en el coche con todo tipo de garantías. Según la Asociación Española de Operadores de Gases Licuados del Petróleo (Aoglp), este combustible genera hasta un 10,9 por ciento menos de dióxido de carbono (CO2) que la gasolina y puede contribuir a reducir la contaminación atmosférica en las ciudades, al producir menos emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) y partículas. La otra opción es el gas natural, con menos emisiones de CO2, aun, aunque hoy en día resulta más complicado de utilizar para los ciudadanos.

Aunque hay marcas que fabrican coches de gas en España, lo más habitual es adaptar un vehículo. Los expertos señalan que las modificaciones que es preciso realizar en un coche son de adaptación. Una de las diferencias más importantes está en el depósito del gas. El GLP se almacena en estado líquido a unos 10 bares de presión, en un pequeño depósito que cabe en el hueco de la rueda de repuesto y que permite recorrer de media unos 500 kilómetros. Por su parte, el gas natural comprimido tiene que ir a altas presiones de entre 200 y 215 bares. Su autonomía es menor, por lo que se necesitan varias bombonas grandes y alargadas, que resultan más difíciles de emplazar en el coche. Por ello, es más frecuente la primera opción, en la que apenas se pierde espacio ya que se instala un depósito tórico que ocupa el espacio del suelo del maletero. El hueco para el almacenamiento no se ve afectado.

El GLP o autogás es el carburante alternativo más utilizado en el mundo. Se trata de una mezcla compuesta principalmente de propano y butano, y su uso en automoción data de hace muchos años. Durante la denominada "crisis del petróleo" de la década de los setenta, empezó a ser muy utilizado debido a su bajo precio -casi un cincuenta por ciento más barato que los carburantes tradicionales- y en la actualidad existen más de quince millones de vehículos a autogás, de los que más de la mitad circulan en países de la Unión Europea. Entre sus beneficios destacan su bajo índice de contaminación -un once por ciento menos que los vehículos de gasolina- y su seguridad de abastecimiento. Más del sesenta por ciento del GLP proviene directamente de pozos de gas natural y no del refinado de petróleo. Es más, la Unión Europea reconoce este combustible como un "carburante alternativo de diversificación", indicando que podría cubrir "el cinco por ciento del mercado en el año 2020 porque mejora sustancialmente las emisiones de óxido de nitrógeno y partículas frente a los motores diésel, mejorando la calidad del aire".

Se estima que dentro de treinta o cuarenta años las reservas de GLP van a ser mayores que las de petróleo. Otra de sus ventajas es la disponibilidad, ya que la logística de suministro y almacenamiento en estaciones de servicio y en vehículos de autogás es muy similar a la de carburantes tradicionales como gasolina o gasóleo. El repostaje de GLP es un proceso rápido y sencillo. Al vehículo transformado se le instala una boca de carga, normalmente en un lateral, provista con una tapa. Basta con introducir el boquerel del surtidor en la boca de carga instalada en el vehículo y pulsar un botón situado en el propio surtidor para cargar la cantidad deseada en el depósito. Además, los tiempos de llenado son similares a los de gasolina o gasóleo. Cabe destacar que este repostaje de autogás se puede hacer en cualquier momento, es decir, no es necesario esperar a tener el depósito vacío para poder repostar.

Este sistema también incrementa la vida útil del motor, prolongando los períodos de programación de los cambios de aceites y de bujías. Contiene menos moléculas de carbono que el resto de carburantes, por lo que la combustión es mucho más limpia y el mantenimiento general se reduce cerca de un doce por ciento. Además, para la instalación del sistema se requiere de un KIT homologado del que disponen los centros especializados, el cual se instala en el vehículo gasolina (nunca en diésel) sin necesidad de modificar o realizar ninguna operación directamente en el motor. Es decir, en la conversión de un vehículo a autogás el motor no sufre ningún tipo de manipulación ni modificación.

En cuanto a su funcionamiento, este sistema bifuel permite conducir indistintamente en modo gasolina o en modo autogás sin necesidad de frenar el vehículo. Simplemente se debe accionar un botón a mano del conductor.