La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Frenar para tomar impulso

Una sanción de dos años por un positivo obligó a Estela García a replantearse su vida y su carrera deportiva, hasta llegar a los Juegos

Estela García, en la pista de atletismo de Las Mestas. ÁNGEL GONZÁLEZ

Ya de niña, Estela García apuntaba maneras. O al menos algo debió de intuir su profesor de Educación Física en el colegio de Ventanielles, el barrio de Oviedo al que se fue a vivir con su familia cuando tenía ocho años. "De pequeña había hecho un poco de todo: gimnasia rítmica, baloncesto, voleibol. Un profesor vio que ganaba a los chicos en las pruebas físicas y, con 11 o 12 años, me dijo que probase con el atletismo porque era muy rápida". Tras los inicios escolares, Estela siguió el cauce habitual en el atletismo de base de Oviedo.

"Empecé en el club La Santina, con Teresa Nieto, haciendo cross, longitud y altura", explica Estela, que tuvo alguna duda: "El cross no me gustaba porque daba una vuelta al circuito y ya estaba KO". Sus condiciones naturales la llevaron hacia la velocidad, con uno de los mejores maestros de España en aquella época, Pedro Pablo Nolet: "Peter me enseñó la técnica. Dicen que tengo un estilo muy fácil de carrera y es gracias a él". Así llegaron los resultados: "Mi primera medalla fue en los 300 metros lisos de un Campeonato de España cadete".

A partir de ahí, Estela García consideró el atletismo como algo importante, aunque precisa que "hasta hace tres años no empecé a entrenarme realmente en serio. Con 20 años estaba en el Centro de Alto Rendimiento, entrenaba bien, pero no era consciente de lo que me jugaba. En 2011 los Juegos Olímpicos todavía eran un imposible para mí. Desde 2013 me lo tomé de otra forma, siguiendo todas las pautas de alimentación y descanso, entrenándome al cien por ciento".

La transformación también tiene que ver con un positivo por el que estuvo sancionada entre 2011 y 2013: "Pagué el pato por entrenarme con Manuel Pascua, que tenía varios atletas implicados en la Operación Galgo. Pero nunca tomé ninguna sustancia dopante. Tenía 20 años y los que me conocen saben que soy superdespistada". Asegura que se limitó a tomar un diurético que le recomendaron contra la retención de líquidos. El problema es que el reglamento antidopaje lo penaliza como posible enmascarador de anabolizantes.

"De aquella pesaba 55 o 56 kilos. Tomar anabolizantes sin tener casi músculo es absurdo", añade Estela, que admite su parte de culpa: " Asumo el descuido de no fijarme en lo que estaba tomando. El servicio médico de la Federación Española me dijo que comprara un diurético, así que fui a la farmacia y lo pedí sin fijarme en su composición. En ningún momento tuve la intención de enmascarar ningún tipo de sustancia. A los hechos me remito. Cuando volví, hice mi mejor marca personal en todas las distancias. He pasado muchos controles y nunca volví a dar positivo. No tomo ni suplementos por miedo a que tengan cualquier cosa".

Más que los dos años sin competir, lo que más lamenta Estela de la sanción "es que se manchara mi nombre. A otros por algo parecido les sancionaron cautelarmente seis meses y a mí me suspendieron dos años porque alguien tenía que pagar". Aquel episodio, añade, "me hizo cambiar la perspectiva de las cosas. Acabé el Bachillerato, hice un grado superior de Higiene Bucodental y estuve trabajando tres años en Decathlon. Me hizo crecer como persona y ser más responsable. Creo que todo lo que te pasa en la vida es por algo. A mí aquello me sirvió para tomar un rumbo en mi vida".

Nunca dejó de entrenar "porque soy muy dura de cabeza", explica. Sin el aliciente de la competición tuvo momentos de bajón, pero al final le ha merecido la pena: "Siempre vi los Juegos como algo para gente privilegiada, con mucho talento, imposibles para mí. Hasta que empecé con mi actual entrenador, Ricardo Diéguez, una persona que transmite mucha confianza. Al principio de temporada me dijo que si hacía el 80 por ciento de su preparación conseguiría la marca para estar en Río".

"Con esa frase me sirvió", reflexiona ahora Estela, a la que Diéguez le cambió la mentalidad: "Cada año me entrenaba para mejorar mi marca, pero ahora estaba convencida de que haría la mínima. En cada carrera me acercaba un poco. Hasta que hice el 23.17 en Suiza, cuando sólo me quedaban esa oportunidad y el Europeo". No le pilló por sorpresa, entre otras cosas porque, asegura, "soy un poco bruja. Cuando voy a competir ya sé si voy a hacer marca o no. Aquel día hice antes el 100 y me notaba con buenas sensaciones. Así que en los tacos me dije: Ésta es la mía".

Admite que su reacción, cuando fue consciente de que estaba en Río, fue un poco extraña: "Me había imaginado saltando, eufórica, llorando, pero me quedé como bloqueada. Entonces saltaron mis compañeros a la pista gritando, felicitándome, pero mi única sensación fue de alivio, de haberme quitado un peso de encima". Después, pensándolo más fríamente, se da cuenta de lo complicado que resulta para un atleta estar en unos Juegos. "En 200 metros se han clasificado sólo 30 hombres y 18 mujeres. Cada vez son más exigentes con las mínimas. Por eso estoy contentísima".

Realista, Estela García sabe que su techo en Río de Janeiro está en las semifinales, para lo que necesita rondar su mejor marca. "Es complicado mantener un pico alto de forma durante toda la temporada, pero trabajo para llegar al día 15 lo mejor posible". De momento ya ha disfrutado de la ceremonia inaugural y del ambiente de la villa olímpica: "Eso es lo que más te marca de unos Juegos, porque la competición en sí son diez minutos".

Estela disfruta con la experiencia y no descarta repetir en Tokio dentro de cuatro años, pero es consciente de que su futuro está en la Odontología. "Me quedan casi tres años para acabar. Tengo claro que lo primero son los estudios y después el atletismo. Si un día no puedo entrenar, no entreno. El atletismo no da para vivir y no tengo más ayudas que las de mi club y algunos patrocinadores".

Compartir el artículo

stats