En el verano del ya lejano año de gracia de 1970 el fútbol vivió uno de sus momentos culminantes: el Brasil campeón del mundo mostró las mejores galas en el Mundial de México. Ahora ha fallecido el capitán de aquel equipo, Carlos Alberto. Protagonista de tantos partidos excelsos, su aparición en el cuarto gol de los brasileños a Italia fue uno de esos momentos grandiosos de un fútbol grandioso. Italia llegaba de una memorable semifinal frente a la Alemania del "Káiser", que jugó la prórroga con el brazo en cabestrillo, y plantó cara a Brasil hasta que no pudo más. Con tres a uno en el marcador, Brasil lanzó un nuevo ataque, Pelé recibió el balón al borde del área rival y se paró como él sólo sabía pararse hasta dejar el balón a la derecha, por donde entró como el expreso de medianoche un Carlos Alberto desatado que cruzó el balón lejos de cualquier opción para el portero italiano. Fue uno de esos momentos que encumbran al fútbol. Hoy es justo lanzar un llanto por un lateral irrepetible.

La muerte de Carlos Alberto, por desgracia, está oscurecida por las batallitas nocturnas sobre los insultos de Neymar a la grada de Mestalla, un Neymar al que le han descubierto los coqueteos con el París SG. El brasileño quería que los franceses le pagaran cuarenta millones de euros al año, que se los pagaban, y la multa que le impone Hacienda en España por sus chanchullos en el fichaje por el Barcelona. Los franceses dijeron que la multa no, que por ahí no pasaban. Y el fichaje quedó en nada. Ahora sólo queda ver a Neymar besando de nuevo el escudo azulgrana en una nueva prueba de amor eterno.

Pues bien, el análisis del partido de Mestalla, insultos y botellazo al margen, es bien sencillo. Los árbitros españoles, pongamos que Undiano Mallenco al frente de ellos, son como los abuelos de los Goldman. Los abuelos veían todo perfecto en los Goldman de Baltimore; las casas, las comidas, los vestidos, mientras que todo lo de los Goldman de Montclair era mediocre y despreciable. El detalle aparece en la novela "El libro de los Baltimore", de lectura recomendable.

Los árbitros son los abuelos, que tienen en un pedestal a quienes quieren más que a otros. Y ahí siguen, presumiendo de profesionalismo con comportamientos de simples aficionados, crecidos ante los débiles y serviles ante los grandes; más ante algunos.

En los amplios territorios rojiblancos, mientras, se prepara en calma, que se sepa, la presencia del amenazador Sevilla en el mediodía de pasado mañana. Partido curioso en lo que se refiere al horario, a las dos de la tarde estará dando comienzo la segunda parte del mismo. No fue el caso con el histórico partido de anoche en León, donde un club, la Cultural, ha sido salvado por un árbitro de baloncesto, Felipe Llamazares. Gran historia.

Con las buenas costumbres a cuestas, si pregunto, ¿molesto?: ¿quién le ha contado a Esuperio los detalles sobre la llegada de aquel portero Esperante a Gijón? Aquello no fue una gran historia, ni siquiera para Máximo, Manolín y Jesusón, que son dignos de mención. Próxima parada, Capuchinos.