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Culé Moyáu

Un minuto heroico

Creo que lo mejor de la victoria (por fin) del Barça en El Sadar no fue la exquisita jugada que dio lugar al gol de Luis Suárez, ni el suspiro de alivio de todos los culés cuando Messi marcó el segundo gol (Sergio León fue siempre una amenaza nada fantasma), ni siquiera el maravilloso, sutil, pausado y elegante baile de Messi ante la defensa de Osasuna en el tercer gol del Barça. Lo mejor fue el gesto de Messi, tan rápido que tuvo que ser natural, después de una caída en el borde del área de Osasuna indicando al árbitro que no había sido falta. Los negacionistas que buscan (sin encontrar) argumentos para derribar a Messi del trono de mejor jugador del universo dicen que con ese gesto el 10 entre los dieces sólo quiso evitar una tarjeta amarilla, y no ayudar al árbitro en su ingrata labor. Pues vale. No es sólo que a Messi le importe recibir una tarjeta amarilla en un partido controlado tanto como a Indiana Jones le importa la estratigrafía en sus aventuras arqueológicas, es que el gesto de Messi no fue fruto de la reflexión y el cálculo, sino algo tan natural como el exhibicionismo de Ronaldo después de un gol propio o la cara de asco del velocista blanco después de un gol de un compañero. Incluso en ese sentido, la acción de Messi fue heroica.

Según el filósofo inglés J. O. Urmson, un acto heroico debe reunir tres condiciones: no puede tener por objeto un deber común, debe ser encomiable y su omisión no puede implicar ninguna culpa. Así, el segundo gol de Messi no fue heroico, a pesar de que se enfrentó él solo a toda la defensa de Osasuna, porque sus regates tenían por objeto un deber común a todos los delanteros, que es marcar; pero el gesto de Messi diciendo "no" con la mano está más allá del deber, es encomiable (excepto para los utilitaristas más radicales) y nadie habría sido capaz de culpar a Messi si, en lugar de reconocer inmediatamente que su caída no fue un piscinazo olímpico, el jugador argentino se hubiera levantado indignado exigiendo al árbitro que señalara la falta y mostrara tarjeta amarilla al rival. Si un acto heroico es un acto que resulta encomiable hacer pero que no es censurable omitir, entonces el gesto de Messi es heroico por más que no fuera calculado. Ahora bien, ¿sería deseable que todos los jugadores se comportaran como Messi? ¿Nos gustaría que un partido de fútbol estuviera siempre repleto de actos heroicos? Los actos heroicos son, por definición, excepcionales, así que si todos los futbolistas fueran héroes, gestos como el de Messi serían tan habituales que no llamarían la atención y, además, los árbitros no serían necesarios. Y entonces, ¿a quién echaríamos la culpa de todo?

Noventa minutos de actos heroicos son muchos minutos. Mejor un minuto heroico y ochenta y nueve minutos para meternos con el árbitro.

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