Ensombrecidos por el brillo de las estrellas del fútbol, del tenis y del Eurobasket, otros españoles demostraron la semana pasada que están en la cumbre de su deporte. Y, además, de uno de los más completos porque hay que ser muy bueno nadando, pedaleando y corriendo, todo seguido. El mallorquín Mario Mola revalidó el sábado su título mundial de triatlón, por delante de otro fenómeno, Javier Gómez Noya, y con un tercero, Fernando Alarza, que acabó en el quinto puesto de la general, por delante del campeonísimo inglés Jonathan Brownlee. Desde comienzos de este siglo, ningún país ha ganado más oros que España en el campeonato del mundo: Iván Raña inauguró el palmarés en 2002 y, desde entonces, hay que añadir otros siete, cinco de Gómez Noya y los dos últimos de Mola. Toda una declaración de intenciones para lograr, por fin, el premio gordo en los Juegos Olímpicos, la asignatura pendiente del triatlón español. Gómez Noya, reconocido con el Premio Princesa de Asturias por una trayectoria que superó incluso un grave problema de salud, tuvo que conformarse con la medalla de plata en Londres-2012. Dentro de menos de tres años, en Tokio, la gran generación de triatletas españoles llegará con una edad ideal para subir ese último escalón. Quizá es lo único que les falta para que se codeen con otras estrellas más mediáticas.