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Ya va siendo hora

Un club como el Sporting no puede andar con contemplaciones con los violentos

Tiene que haber muertos, como ocurrió en 2014 con el deportivista Jimmy, para que el fútbol se levante en armas contra los violentos. De aquella, la Liga Profesional impulsó unas medidas para sacar a los ultras de las gradas, pero poco a poco se han ido relajando las medidas y vuelven a campar a sus anchas. Joan Laporta marcó el camino en su etapa de presidente del Barcelona y Florentino Pérez decidió intervenir cuando, después de cebarlos en la época de Mourinho, empezaban a ser incómodos para él. Los dirigentes del Sporting también han navegado entre dos aguas. Renegaban públicamente de sus ultras, mientras les concedían prebendas que no tenían el resto de socios. Como casi siempre sus incidentes tenían lugar fuera de El Molinón, se hacían los suecos. Han necesitado de la complicidad policial para expulsar a algunos de los culpables de que el derbi resonase más fuera de Asturias por los golpes que por los goles. No todos los que se instalan cada quince días en el fondo de El Molinón son tipos peligrosos, pero un club como el Sporting debe de tener recursos para apartar las manzanas podridas sin necesidad de esperar a espectáculos como el del día 9.

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