El Avilés finalizó sus amistosos de pretemporada de manera accidentada. La visita del Llanera al Suárez Puerta se saldó con un empate a dos goles en un partido en el que la ausencia de un árbitro provocó una escalada de entradas agresivas, que terminaron con la suspensión del duelo en el minuto 85. Se suspendió antes de tiempo en mitad de un clima de tensión y con el speaker del estadio, el encargado de la megafonía, haciendo como podía de árbitro.

Según los visitantes, que fueron los que pidieron el alto el fuego, eran conscientes de que ningún colegiado había sido designado para el amistoso por la situación económica de los blanquiazules. No obstante, entendían que sobre el césped habría algún juez. No fue así, ya que el encargado de mediar entre ambas escuadras fue Sergio Muñiz, un joven de 23 años, colaborador del Avilés, normalmente en la megafonía. Al término del duelo, Muñiz reconoció que "había hecho lo que había podido".

En este contexto, el fútbol pasó por momentos a un discreto segundo plano. Quién dio la primera patada, depende del bando al que se pregunte. Pero sí que, a partir de ella, en la segunda parte, cada acción con más testoterona de la cuenta, -que no violenta- se saldó con un escarceo de insultos y ruido de sables por parte de los dos lados del rectángulo, aunque sin llegar la sangre al río.

Se dieron de lo lindo, tanto el Avilés como el Llanera. Hubo momentos tensos, como cuando el defensor visitante Marcos pidió el cambio, reconociendo él mismo que estaba fuera de sí. O cuando Naranjo, en los locales, propinó un fuerte golpe a un futbolista del Llanera, provoncando definitivamente la suspensión del partido, a petición del propio Llanera.

En lo deportivo, el Avilés volvió a competir y no fue inferior, ante un rival muy reforzado pero que ayer sólo puso sobre el terreno de juego a 12 integrantes de su primera plantilla. En la situación actual de la entidad avilesina no es poca cosa. Si bien, durante el segundo acto, el Llanera logró maniatar a un Avilés que jamás dio el brazo a torcer.

En su debut en Tercera, Juanma Castañón tiene la difícil labor de dar puntadas casi sin hilo para tejer un once de retales, que al menos durante el verano, ha funcionado como un roto para un descosido. Eso sí, los rivales veraniegos del Avilés, a excepción del de ayer, fueron de categorías inferiores.

La escuadra del lenense trata de manejar varios registros, aunque destaca más en lo físico y en el contragolpe. En la primera parte, fue mejor que el Llanera. Pedro firmó el primer gol de los en una decente jugada personal, donde resolvió dentro del área, tras varios quiebros.

La réplica llegó en una jugada colectiva del Llanera. La finalizó Novoa, a prueba con los visitantes, en el área pequeña. Borja Piquero sacó una esplendorosa mano pero el chut fue tan potente que terminó por introducirse casi sin querer dentro de la meta. Se lamentó el cancerbero, que jugó todo el encuentro, rallando un excelente nivel. En la segunda mitad, salvó un mano a mano con una agilidad felina.

En la trastabillada segunda parte, el Llanera el que monopolizó la bola, en un acto con poco fútbol. El gol avilesino fue de Mathias, que cazó una pelota suelta en el área y fusiló sin piedad. Mientras, el empate fue una jugada personal de Gabri. El menudo jugador visitante le hizo un traje al grandote central Yohan, al que se le vieron las costuras cuando se trata de no salir al cruze por sistema.

Cuando los dos equipos bordeaban el punto de no retorno, el Llanera dijo campana y se acabó. El Avilés cierra la pretemporada en medio de un buen sabor de boca un tanto ficticio. Las sensaciones son buenas en los ensayos, pero en el primer bolo de la gira que empieza el próximo fin de semana, habrá que ver con qué grupo sale a tocar el equipo de Juanma Castañón. Con las deudas de la pasada temporada sin resolverse, el bloqueo federativo pesa sobre un Avilés, cuyo máximo accionista, José María Tejero, ya dejó claro "le vale con tener siete fichas". En ese contexto, competir en Santa Cruz ya será un gran triunfo.