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Culé Moyáu

No amar demasiado no es amar

Blaise Pascal decía que cuando no se ama demasiado no se ama lo suficiente. Me gusta pensar que el filósofo y matemático francés no se refería a los que aman a Dios o a la patria, sino a los que amamos a la cocina mediterránea, a los personajes de "Los Simpson", al griego clásico, a los abuelos, a las novelas de Julio Verne o, por supuesto, al fútbol. Quien no ama demasiado a su equipo de fútbol no lo ama lo suficiente. Por eso creo que los culés que dicen amar al Barça pero reniegan del equipo que presentó Valverde en el partido de Copa con el Levante no aman lo suficiente al Barça porque no lo aman demasiado. Al Barça hay que amarlo incluso en el desastre táctico, el desconsuelo goleador, el bostezo anímico y el tembleque de los futbolistas de la cantera. Debemos ser críticos, por supuesto, pero una derrota en un partido de Copa no puede convertirse en la piedra sobre la que edificar el pesimismo a medio plazo de un Barça sin Messi. Una cosa es amar al Barça y otra, muy diferente, es amar al equipo titularísimo del Barça. Lo segundo no es amor, o al menos no es el amor del que hablaba Pascal.

Paul Schrader, el guionista de "Taxi Driver", dice que las películas tienen derecho a ser extremadamente violentas con tal de que nos hagan comprender las causas de esa violencia. El partido del Barça en el Ciutat de València fue extremadamente violento porque golpeó sin piedad la imagen de un equipo que imaginábamos sólido incluso cuando presenta alineaciones líquidas. Golpe a golpe, el Levante destruyó la defensa culé, hizo añicos la autoestima de Coutinho y desfiguró el rostro de un equipo famoso por dar pases como quien reparte caramelos y marcar goles como quien desayuna todos los días con diamantes. Pues vale. El Barça tiene derecho a jugar un partido tan violento si eso nos hace comprender las causas de esa violencia. Hablemos de La Masía, de los fichajes de urgencia que se venden como "parches", de la desgana ante un partido de Copa en una fría tarde de invierno y contra un rival poco glamuroso, del no-ser de Coutinho, del para qué de Malcom, del cómo de Semedo, de las razones por las que últimamente todos los culés (tanto los que amamos demasiado al Barça como los que solo lo aman) nos acordamos de Larsson, y de que algo falla cuando muchos culés quieren convertir a Arturo Vidal es un justiciero con un corte de pelo tan raro como el de Travis Bickle, el protagonista de "Taxi Driver". No hay que creer para comprender. Hay que comprender para creer.

Y, sobre todo, hay que amar demasiado a los abuelos, a Julio Verne y al fútbol.

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