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El Hijo De Esther

Imperfecciones

Me gustan las imperfecciones. Me gusta que las cosas no sean de exposición, que los pantalones no parezcan siempre nuevos e impolutos, que el pelo no esté perfectamente peinado, que los candidatos a cualquier cosa de esas de la política no sonrían en todo momento pensando que la sonrisa perenne da votos sin cuartel, que los médicos no sean siempre distantes en el trato con los pacientes, que los periodistas no nos subamos en todo momento al pedestal de la ética para juzgar a todo aquel que pase por debajo de nuestros ojos, que los entrenadores no meen colonia, que los jugadores fallen pases y goles cantados, que los árbitros (en este caso voy a cambiar) acierten de vez en cuando porque en ellos el acierto es su imperfección.

Me gusta que las cosas salgan bien, pero solo un poco bien porque la vida es una cuestión de errores, de probar y de equivocarse. Y aunque parezca absurdo, por eso soy madridista, porque somos capaces de las mejores victorias y de los mayores ridículos, sin pestañear. Pero solo en esos ridículos, nosotros los madridistas podemos tocar fondo y salir rebotados hacia la victoria sin perder un instante.

Porque un madridista es eso, triunfar y caer. Ser imperfecto, ser a veces un desastre, soportar la mofa de los envidiosos, agachar la cabeza para coger impulso y volver, y volver, y volver hasta conseguir, por ejemplo, tres Champions seguidas en contra de la opinión de muchos críticos culés y antimadridistas que le quitan méritos a las victorias de los de Florentino Pérez (el mejor presidente del Real Madrid junto con don Santiago Bernabéu) por el mero hecho de que siempre le encuentran un pero. Habéis ganado tres Champions seguidas sí, dicen, pero la Liga para el Barcelona. Habéis ganado tres Champions seguidas, sí, pero la Copa del Rey para el Barcelona. Y así como un mantra destilan bilis antimadridista y antiflorentinista.

Pero no se dan cuenta de que esa es nuestra grandeza y en eso se cimenta nuestro mito. No lo ganamos todo, solo ganamos lo importante. Como aquel Madrid de Di Stéfano (descanse en paz) que ganó cinco Copas de Europa seguidas y no ganaba las ligas que le correspondían. Aun con todo y con eso, el Madrid fue el mejor equipo del siglo XX y, con sus imperfecciones tan cacareadas por culés, indios, valdanistas, segurolistas y demás criaturas, será el equipo del siglo XXI.

Que no sufran los críticos, estamos volviendo y volverá el llanto y crujir de dientes. Desde el jueves un Ángel más camina por las calles del cielo. Me reconforta.

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