Cada semana brota algún episodio racista en el deporte, y especialmente en el fútbol, como prueba de que aún hay mucho por hacer para eliminar esta lacra. Estos episodios suelen venir acompañados por la condena generalizada a la agresión y el apoyo a la víctima. Por eso el caso de Moise Kean, delantero de la Juventus, hijo de padres marfileños nacido en Italia, es excepcional. En lugar de recibir respaldo tras los cánticos racistas de la afición del Cagliari, se encontró con reproches de sus propios compañeros, la indiferencia del árbitro y la pasividad de la Federación Italiana. Mientas que los testigos directos del Cagliari-Juventus hablan de gritos simiescos contra Kean cada vez que entraba en juego, el árbitro recogió en el acta que los cánticos se produjeron tras un gol del delantero, dando por buena la teoría de la provocación cuando las imágenes demuestran que se limitó a pararse ante la grada con los brazos en cruz. Pero claro, lo peor de esta historia es que el capitán de la Juve, Bonucci, aseguró que la responsabilidad de lo ocurrido se repartía al 50 por ciento entre su compañero y los agresores. Todo un gol por la escuadra a la razón y la convivencia contra el ciudadano Kean.
