El dinero, acumulado durante muchos años de bonanza desde que despuntara con el Sevilla con apenas 16 años, no le convirtió en una persona avara. Más bien al contrario. Ibrahima Baldé, delantero del Oviedo que llegó a España para hacerse un sitio en el Atlético de Madrid, siempre recuerda una anécdota con el utrerano cuando compartían vestuario. En una comida del club, Reyes le pidió el número de teléfono al senegalés, que por entonces usaba un Nokia de gama baja para un futbolista profesional. Reyes vio el aparato y le prometió al delantero que le compraría una Blackberry. como la que tenía el resto de compañeros. "A las 9 de la mañana estaba con el móvil en el vestuario. Un hombre de palabra", comenta Ibra, aún afectado por la noticia del fallecimiento. "Me enteré tras el entrenamiento, porque alguien lo comentó en el grupo de Whatsapp del equipo. Me quedé helado. No me lo podía creer", señala el africano. Como sucedió con Kily, Ibra fue otro de los chicos del filial al que Reyes acogió como un discípulo. "Se hizo cargo de mí desde el primer día, se encargo de que no me faltara de nada. Era muy generoso", indica.
