"El responsable de que Robert Moreno no esté en mi staff soy yo. Ni Rubiales, ni Molina. Yo. Ha sido desleal y tiene una ambición desmedida". Podría haberlo dicho a gritos, pero ni aún así Luis Enrique Martínez (Gijón, 1970) habría sido más claro para explicar ayer por qué vuelve al banquillo de la selección y por qué Robert Moreno, otrora su fiel escudero, lo abandona. "No soy el bueno de la película, pero tampoco el malo", aseguró el asturiano ayer en su segunda presentación a los mandos de la selección española, a la que se vincula durante los próximos tres años de la Eurocopa y el Mundial. Lo dijo para resumir una serie de intrigas de las que se conocen sus consecuencias, pero no a ciencia cierta sus causas.

Es un misterio cómo Robert Moreno, cuyo estandarte fue la lealtad hacia Luis Enrique durante los ocho meses que ocupó su silla -llegó a decir que se echaría a un lado si era necesario- ha pasado a ser la persona más leal del país a un traidor, según se deduce de lo dicho por Luis Enrique. Su callada por respuesta es llamativa, por lo estridente que resulta su silencio en contraposición con la rotundidad de Luis Enrique, que fijó la génesis del apocalipsis de su amistad de nueve años con Moreno en una reunión el 12 de septiembre.

"Fue el único día que tuve contacto con él, en una reunión en mi casa. Percibo que quiere hacer la Eurocopa y después, si quiero, sería mi segundo entrenador. Lo veía venir", afirmó Lucho, quien reprochó la falta de contacto -y de tacto- de Robert Moreno durante la enfermedad de su hija Xana, diagnosticada de una enfermedad terminal en marzo y fallecida en agosto. "Le comunico que no le veo nunca más como mi segundo y que estoy fuerte y con ganas de volver", contó.

"Esa reunión acabó de forma cordial. Llamé a los miembros de mi cuerpo técnico y les expliqué lo sucedido", explicó el entrenador asturiano, quien negó que se hubiera ofrecido a la Federación Española de Fútbol. "Nunca llamé a Rubiales ni a Molina, ni lo hicieron por mí otras personas. Me he mantenido siempre al margen", aseguró, dando a entender que fue Rubiales quien le buscó a él y no al revés. "Estoy seguro de lo que él hizo, yo no lo haría", remató.

El encuentro en el que se fraguó el reencuentro de Lucho a la selección fue en octubre, en Zaragoza: "Me muestran su interés para volver y expongo mi punto de vista. Me siento responsable y no estoy orgulloso del modo en que ha acabado la historia. No me gusta ver sufrir a personas, ni que tengan que dar explicaciones".

Luis Enrique tuvo cierta empatía, a su manera, con Moreno. "Entiendo que su ilusión fuera ser seleccionador. Es ambicioso, pero para mí es desleal. La ambición desmedida para mí no es una virtud. Entiendo su posición, pero jamás la comparto", aseveró.

Con traje gris, con corbata negra, en el salón "Luis Aragonés" de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas y acompañado de Luis Rubiales, presidente de la Federación y de José Francisco Molina, el director deportivo del organismo federativo, Luis Enrique pareció coger el cargo en el mismo punto en el que lo dejó. Si estaba triste por la pérdida de Xana, no se le notó en ningún momento.

Hubo que esforzarse para localizar diferencias con respecto a su primera vez. Más allá del contenido del discurso, el continente fue muy parecido a su primera presentación. La única diferencia, aparte del color del traje y de su pérdida de peso -se ha entregado al deporte para superar el dolor de la muerte de Xana- es que el cartel con fondo rojo que adornaba su presentación ponía "Vuelve Luis Enrique", en lugar de "Bienvenido Luis Enrique".

"Es un día muy especial para mí, y para mi familia. Vuelvo a casa, a la selección a terminar un proyecto", anunció al inicio de su comparecencia. Justo antes de entrar en el inevitable marasmo de preguntas acerca de su relación rota con Robert Moreno. Un Robert Moreno al que, en un lapsus, incluyó en su staff técnico como preparador físico. "Para que veáis que no le guardo rencor a nadie", resolvió con gracia el entuerto.

El cuerpo técnico queda de la siguiente forma: Jesús Casas avanza de tercer a segundo entrenador. Luis Enrique lo tuvo en su etapa en el Barcelona. Rafel Pol seguirá como preparador físico. Aitor Unzué, hijo de Juan Carlos, será tercer entrenador y analista; y el asturiano Joaquín Valdés seguirá siendo el psicólogo de la selección española.

Lucho dijo estar emocionado por afrontar el reto de la Eurocopa, para la que considera a su equipo uno de los aspirantes. Ensalzó también el trabajo de Moreno durante los últimos ocho meses en lo deportivo. "Por mi experiencia, no soy de firmar acuerdos largos. Con los cortos te vas cuando no están contentos contigo", aseveró en su regreso a la selección española Luis Enrique. Un regreso que le vale para iniciar la segunda etapa y que ha dinamitado en tiempo récord la etapa de Robert Moreno en el banquillo nacional.