Portugal salió de la recesión en el segundo trimestre del año con el crecimiento estadísticamente más vigoroso de la zona euro (1,1% en relación al trimestre precedente). La economía repuntó después de casi mil días en el pozo y la tasa de paro bajó por primera vez en dos años (del 17,7% al 16,4%). Las exportaciones, favorecidas por la incipiente recuperación europea, y el turismo, estimulado por la crisis de los destinos del Norte de África, fueron las palancas sobre las que se apoyó el país, con una demanda interna (consumo e inversión) deprimida por los desequilibrios económicos y por la dieta de austeridad y reformas que, sobre todo desde 2011, ha aplicado el Gobierno de centro-derecha de Pedro Passos Coelho por indicación de la «troika».

En la primavera de ese año, con el déficit y la deuda pública disparados y expulsado de los mercados financieros, Portugal, entonces gobernado por los socialistas de José Sócrates, solicitó el rescate de Europa y del Fondo Monetario Internacional (FMI). Su política económica quedó formalmente intervenida, como lo estaban ya las de Grecia e Irlanda. Passos Coelho, en el poder desde junio de 2011, aplicó con disciplina las instrucciones inspiradas por Alemania para los países del Sur: subió impuestos, privatizó empresas públicas, adelgazó la Administración, recortó gasto en sanidad y servicios sociales, rebajó salarios y pensiones...Y cosechó por ello un gran descontento ciudadano, varias huelgas generales y una crisis política -motivada en parte por las discrepancias sobre el rumbo económico- que el pasado julio estuvo a punto de dinamitar la coalición de Gobierno (PSD-CDS).

Lo ocurrido con el PIB y con el paro en el segundo trimestre del año ha sido interpretado por un sector de analistas como una señal de que las recetas liberales de la austeridad y las reformas (los recortes y la desregulación, que diría un keynesiano) dan ya frutos, que los sacrificios no son baldíos. Los que ha hecho la población portuguesa quedan estadísticamente resumidos en el siguiente dato: en dos años, la riqueza per cápita del país ha descendido desde el equivalente al 81% de la media de la UE al 75%. Un empobrecimiento sin precedentes hasta donde llegan los números que son públicos y más intenso que el de España.

La luz que vislumbra Portugal está en la mejora de la competitividad exterior, como en España. La sombra, también como en el país que gobierna Rajoy, es la demanda interna. La dieta portuguesa deja la recuperación prendida de la demanda exterior, de cómo le vaya al resto de Europa y en no poca medida de cómo evolucione España, uno de los principales socios comerciales. Esa sombra también alcanza a las cuentas públicas. Pese a la austeridad, el déficit escaló en 2012 al 6,4% y la deuda pública ya está por encima del 125%. Vienen más ajustes en Portugal que, según un sector de economistas, pueden provocar una recaída. Quizá por eso el Gobierno de Passos Coelho ha reaccionado sin ningún triunfalismo al salir de mil días de recesión.